El talento recibe las directrices de doña Altagracia Alvino, quien guió a su padre en una carrera de Salón de la Fama

Clearwater, Florida. Vladimir Guerrero Jr. tiene seis pies y una pulgada de estatura, más de 200 libras, un físico imponente que no le teme a lanzamientos que viajan a 95 millas por hora ni a líneas o batazos que llegan en un santiamén a la tercera base que defiende mientras está en uniforme.

Pero hay una voz, sin estridencia, pero firme, que al escucharla le pone un freno automático, un dominio por respeto como probablemente no exista en su vida, la misma línea de mando a la que se sometió su padre, el hoy inmortal Vladimir Guerrero.

Al bate por “los Guerrero”, Altagracia Alvino, una madre, abuela Salón de la Fama. “Cuando abuela habla yo no invento”, dice el joven de 19 años de edad, el principal talento de las Ligas Menores bajo el criterio de las más importantes publicaciones norteamericanas. “Yo solo hago lo que me dice”, indica.

Cuenta Vladimir Jr. que está bajo el control de doña Altagracia desde que tiene 28 días de nacido. Es un vínculo muy fuerte que se ha extendido en diferentes etapas. Por ejemplo, ambos conversaron con elCaribe desde la residencia que comparten en esta ciudad, donde la matriarca de la familia lleva el cuidado de su nieto, el mismo rol que jugó con “Mikea”, el apodo de su hijo, quien ingresó a Cooperstown el año pasado.

“Me encargo de que su alimentación marche como debe”, fue lo primero que dijo doña Altagracia, famosa por cocinar en cantidades industriales para los equipos que jugó Vladimir y por igual para los conjuntos visitantes que tenían alta presencia dominicana.

“Y también de que sean hombres de bien y hombres de Dios, porque toda la gloria es de el Señor”, continuó explicando la señora, cuyas palabras tomaron otro timbre mientras detallaba la importancia de la relación con Dios. “Al igual que con su papá, no le acepto malcriadezas. Si le va mal o bien en un juego, hay que darle gracias a Dios por todo”.

En ese momento recordó una ocasión en la que le ofreció a Vladimir padre “pegarle delante de quien sea si volvía a romper bate y estrellar cosas porque le fue mal en un juego. Si usted se ríe y agradece a Dios porque le va bien, haga lo mismo si no dio hit. No importa. Son cosas del Señor que hay que respetar, así se lo dije delante de mucha gente que estaba ahí”. ¿Y Vladimir no volvió a hacerlo? “Jamás. Él sabe que lo vigilaba”, respondió.

Muy inquieto

Vladimir Jr. admite que era muy travieso y peleó mucho en la escuela. De hecho, la última gran pela de su papá fue por un incidente en su hora de recreo.

Con los años ha cambiado y en eso hay una persona clave. “Abuela me ha dado muchos consejos y hablamos mucho. Yo hablo mucho con mi papá también. Ahora nos llevamos mucho mejor porque antes le tenía miedo porque como él siempre ha hablado fuerte eso me asustaba, pero ahora la relación es excelente”, dijo el novel pelotero, quien este sábado cumplirá 20 años de haber nacido en Montreal, Canadá.

“Pero con abuela siempre ha existido esa comunicación, desde chiquito, además de que mi papá estaba fuera siempre porque tenía que jugar pelota. Ella siempre ha estado ahí”, comentó.

Al terminar la entrevista, Vladimir Jr. quería comerse un dulce y solicitó el permiso a doña Altagracia, quien sin pensarlo dos veces le negó la petición. “A esta hora usted no comerá eso”, dijo cuando el reloj rondaba las ocho de la noche. ¿Qué hizo Guerrero Jr.? Nada. Cuando su abuela habla, él no inventa.

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