Amor, solidaridad, flexibilidad y adaptabilidad, deben predominar sobre las de enojo, intolerancia, rigidez y represión

El rol de la madre y el padre es fundamental para el desarrollo emocional de los hijos. Sentir que cuentan con apoyo y protección, aunado al saber a quién pertenece, genera seguridad, que es una de las necesidades más básicas del individuo.

Hablar de equilibrio permite imaginar una balanza y, al visualizarla, por lo general, se convierte en un cuerpo inmóvil, sostenido por dos o más fuerzas iguales que actúan en sentido opuesto, o que una anula a la otra, considera la psicóloga clínica Leyshy Cabrera, quien vincula este concepto al aspecto emocional.

“Los seres vivos se desarrollan, a través de un conjunto de factores internos y externos; en particular los seres humanos tienen capacidad de raciocinio, por lo que son capaces de razonar, evaluar y responder a todo lo que ocurre a su alrededor, explicó la profesional, quien tiene su consultorio en el Centro Vida y Familia Ana Simó.

Indicó que si la salud física, emocional y la interacción social de una persona no están equilibradas, por lo general se producirá un colapso, y “es probable que deje de ser funcional”.

Asimismo, dijo que por lo general, las personas tienden a ocuparse o dar mayor importancia a todo lo que es visible, sin embargo existe un aspecto fundamental que es el núcleo del ser, que se llama emocionalidad.

La experta refirió que el equilibrio emocional fue definido por John Mayer y Peter Salovey como la habilidad para regular las emociones y promover el crecimiento emocional e intelectual.

“Es así entonces, como los hijos requieren de un adecuado acompañamiento, orientación y contención, durante los primeros años de vida y la adolescencia, ya que a partir de patrones, lineamientos y estimulación de conductas reflexivas, es como serán capaces de gestionar y responder a las demandas internas y externas, según sus objeciones y motivaciones de manera coherente”, indicó la terapeuta Cabrera.

Consideró importante para lograr que los hijos tengan ese equilibrio emocional, que ellos se desarrollen en un hogar estable y con reglas claramente establecidas, lo que a su juicio, contribuirá a que sepan qué esperar; “esto disminuye, o en numerosos casos anula posibles detonadores de ansiedad”.

Añadió que para proporcionar equilibrio emocional es necesario poseerlo. Los padres y las madres deben saber atender sus propias necesidades físicas, psicológicas y emocionales.

Resalta que durante los primeros años de vida, los niños van adhiriendo conceptos y esquemas de pensamientos que irán cambiando y adaptándose a la medida en que van creciendo y experimentando nuevas experiencias. Consideró, que los adultos son los responsables de ayudarles a organizar y a regular sus emociones.

“Las experiencias de amor, solidaridad, flexibilidad y adaptabilidad, deben predominar sobre las de enojo, intolerancia, rigidez y represión”, indica Cabrera.

La experta destaca entre algunos signos de alarma para detectar si su hijo no posee equilibrio emocional, la muestra de un cambio brusco en su comportamiento. Las áreas más comunes son: lúdica, interacción, apetito, sueño y académica. También si su respuesta al entorno tiende a ser irritable e impulsiva; si se le dificulta regularse, si se enoja con facilidad y se muestra demandante y con escasa tolerancia a la frustración, entre otros aspectos.

“El ritmo de vida actual se ha convertido en un verdadero desafío para los padres, sin embargo, es necesario tener presente cada día que más que ser proveedores materiales, tienen una responsabilidad trascendental y es la de fomentar a los hijos a conocerse, quererse y convertirse en seres responsables de sus vidas, que su mayor logro sea el saberse felices”, sostuvo la terapeuta.

En tanto, dijo que los padres deben recordar que en ocasiones, se requiere de un poco de ayuda, y que dentro de su labor está el saber identificarla.

Leyshy Cabrera, psicóloga clínica.

Consideración
Las experiencias de amor, solidaridad, flexibilidad y adaptabilidad, deben predominar sobre las de enojo, intolerancia, rigidez y represión.

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