Una justicia independiente

La conformación de la nueva Suprema Corte de Justicia será un reto para las autoridades. Despejar la idea de reparto o de imposición es fundamental para fortalecer el criterio de que la justicia puede ser independiente.

La conformación de la nueva Suprema Corte de Justicia será un reto para las autoridades. Despejar la idea de reparto o de imposición es fundamental para fortalecer el criterio de que la justicia puede ser independiente. Hablo de que “puede ser independiente” partiendo de la idea, aceptada por la generalidad de la población, según las últimas encuestas nacionales, de que esta no lo es y, “alejar la idea de reparto o de imposición”, en el entendido de que debe primar resguardar los grandes intereses nacionales, no grupales o sectoriales.

Que los escogidos puedan tener posturas políticas e ideológicas es lógico (“maña fuera”), además de que sería imposible e indeseable lo contrario, lo que se debe cuidar es que tengan vinculación partidaria y, más que eso incluso, que su vida pública y privada pueda constatar si tendría independencia de criterio frente al poder, o sujeción sin discusión a líneas particulares.

La justicia en el país es como la Cenicienta, pero después de las 12 de la noche, sin embrujo ni excepcional belleza.

La justicia es el primer eslabón para el fortalecimiento de las instituciones nacionales, pero debe ser independiente para contener el poder, y no solo al político. Los jueces deben ser malagradecidos, pero en el país las colindancias sociales, personales, económicas y, más aún, la falta de carácter de los escogidos y el total desconocimiento que tienen del “sentido de la historia”, obstaculizan la labor jurisdiccional y dejan desprotegidos a las mayorías, con jueces dependientes.

Actuar conforme a su conciencia y acorde a la Constitución y leyes adjetivas, sin “falsas interpretaciones” para resguardar intereses particulares, debe ser el norte del juzgador, para convertirse en un “juez ético”. Al respecto, recurro a esta premisa kantiana sobre actuación correcta, justicia e injusticia: “Si todos actuáramos de tal forma que nadie llevase a cabo acción alguna por amor o benevolencia, pero tampoco violase jamás el derecho de cada hombre, no habría miseria alguna en el mundo, salvo aquella que no tiene su origen en el daño perpetrado por otro, cual es el caso de las enfermedades y de las catástrofes. Si bien la mayor y más frecuente miseria humana es consecuencia no tanto del infortunio como de la injusticia del hombre” (Lecciones de ética: 28).

Obviamente, si asumimos que actuar con justicia es hacerlo con independencia de criterio, debemos concluir –siguiendo con Kant- que toda acción influenciada por una fuerza exterior al individuo (heteronomía), es contraria a la “autonomía de la voluntad”, como principio de la ley moral, el cual expresa “la autonomía de la razón pura práctica, o sea: la libertad, y ésta constituye incluso la condición formal de todas las máximas…” (Crítica de la razón práctica: 121). En consecuencia, sería una acción injusta.

Nuestros jueces necesitan muchas cosas para realizar decentemente su trabajo, pero todo inicia por independencia funcional.

Una justicia independiente es el mejor legado presente y futuro que podría brindarle al país la clase política. En sus manos está el pandero. La sociedad espera.

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