“El respeto por nosotros mismos y por nuestros valores debe anteponerse a cualquier temor o deseo de agradar”

S e ha puesto de moda una vieja discusión en torno a cuál es la institución encargada de transmitir o desarrollar valores en los niños; se habla de tres instituciones: escuela, iglesia y familia. Cada una responsabiliza a las demás.

Vamos por parte:

Los valores se desarrollan mediante un proceso de modelamiento sistemático, firme y sostenido; dirigido por los adultos que están a su cuidado y formación. Al momento del nacimiento, quizás antes, inicia ese proceso. Si ordenamos esas instituciones de acuerdo a cuando comienzan a participar del proceso, encontramos que es la familia la primera; y ojalá que todos los miembros de esa familia estén cónsonos con lo que desean transmitir a ese infante. Ya esa familia tendrá su sistema de valores establecido, los cuales consideran fundamentales e innegociables.

Ahora bien, esa escala de valores de esa familia se ha venido estableciendo a través de su participación y experiencias en una serie de instituciones que han participado en la trayectoria personal de cada uno de sus miembros, o en la del grupo como familia. Ahí encontramos la iglesia donde se congrega, la filosofía de los centros educativos donde se ha formado, entre otras organizaciones a las que haya pertenecido. De ahí nace su juicio sobre lo que es correcto o incorrecto, lo que vale la pena o no.
Valores como el respeto, la tolerancia, la ética, honestidad y responsabilidad, son formados desde que somos muy pequeños. Las primeras etapas de la vida son cruciales para este proceso; se requieren normas claras y firmes.

Familia y escuela no son instituciones opuestas; son, definitivamente complementarias en esta tarea.

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