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Yo creo en la independencia futura, próxima de mi país. Ella sola, por acuerdo de las demás Antillas, es capaz de salvarnos del minotauro americano. […] Creo en nuestro porvenir y en él reservo, como lo he practicado en el pasado, mi amor eterno e inalterable por la libertad de todos.

A los puertorriqueños.
Ramón Emeterio Betances, 1868.

Estas palabras ilustran una de las aspiraciones y uno de los temas centrales de la práctica y el pensamiento político de Ramón Emeterio Betances. El independentismo al igual que el anticolonialismo está muy presente en sus ideas y su práctica política lo que condujo a un permanente enfrentamiento contra el régimen colonial español e igualmente frente al emergente imperio norteamericano.

Sus ideas políticas, las cuales la encontramos en sus proclamas, hojas sueltas, discursos, artículos escritos en los periódicos de los luchadores independentistas en New York y en París y en sus cartas, se forjaron en su propia praxis política, la cual privilegiaba la liberación de Puerto Rico y Cuba de las guerras del colonialismo español, el mantenimiento de la independencia de Haití y República Dominicana y la construcción de una Confederación en las Antillas.

Durante los años de su peregrinar por el Caribe y Estados Unidos, entre 1867 y 1872 la idea de independencia y la creación de una confederación orientaron sus acciones. En 1867 fundó el Comité Revolucionario de Puerto Rico, generando así un movimiento francamente independentista que culminó en la sublevación de Lares en 1868.

Sus trabajos en favor de la independencia puertorriqueña estuvieron desde el comienzo vinculados al movimiento de liberación en el Caribe; buscó interesar a hombres como el general Gregorio Luperón en República Dominicana y el haitiano Nissage Saget, para unirlos a la causa cubana y puertorriqueña, y avanzar hacia una Confederación de las Antillas libres. Los objetivos inmediatos obedecían a la necesidad de obtener la independencia de Cuba y Puerto Rico, asegurar la independencia de República Dominicana y de Haití, y poner freno a los propósitos anexionistas estadounidenses.

El primer documento que plantea abiertamente la doble perspectiva de la lucha por la independencia y la unión de las Antillas aparece en julio de 1867 y fue redactado en New York por miembros del Comité Revolucionario de Puerto Rico, entre los que se contaba Betances. En su último párrafo exhortaba: ¡Cubanos y Puertorriqueños!, unid vuestros esfuerzos, trabajad de concierto, somos hermanos, somos uno en la desgracia; seamos uno también en la Revolución y en la Independencia de Cuba y Puerto Rico. Así podremos formar mañana la Confederación de las Antillas.

Otra proclama en la que se evidencia su lucha contra el colonialismo y su defensa de la independencia, firmada en Puerto Rico, en nombre del Comité del Oeste el 22 de diciembre de 1867 plantea:

¡Puertorriqueños! No más dominio español en el bello mundo de Colón. Alcemos la frente, esta frente de hombres americanos, y nunca más noble y más altiva que cuando ha sido tostada al sol de los combates; y al santo grito de Independencia, volvemos al campo del honor a conquistar los laureles que nos ha de ceñir la victoria. ¡Guerra al Ibero! ¡Viva la Independencia.

El Grito de Lares a favor de la independencia de Puerto Rico llevado a cabo el 23 de septiembre de 1868 y que tenía en Betances una de sus figuras políticas centrales es una de las máximas expresiones de la lucha de éste a favor de Puerto Rico. El proyecto libertario de Betances fue lo que animó el Grito de Lares. A pesar del fracaso del Grito de Lares para Betances este no fue el fin de la guerra, sino sólo una batalla perdida en la lucha por la independencia, como lo demuestran los hechos posteriores y la correspondencia.

Se refugió en St. Thomas, donde también había encontrado refugio el general Gregorio Luperón, ya que, en Santo Domingo, Buenaventura Báez ejercía el poder en forma dictatorial desde mayo de 1868 y gestionaba ante el gobierno norteamericano la anexión de la República Dominicana. Betances decide apoyar a Luperón, pues entendía que Santo Domingo era el camino por el cual tenía que pasar para llegar a Puerto Rico, como lo manifiesta en carta enviada a Luperón el 22 de noviembre de 1869.

A instancias del gobierno español de Puerto Rico sobre las autoridades danesas de St. Thomas, Betances fue conminado a salir de la Isla el 10 de marzo de 1869. Se dirigió primero a Venezuela y luego a Nueva York, a donde arribó en abril de 1869. Allí operaba la Junta Revolucionaria de Cuba y Puerto Rico.
Betances albergaba esperanzas de encontrar apoyo para el logro de la independencia de Puerto Rico y la formación de la Confederación de las Antillas. Para entonces Cuba estaba en armas contra España desde el 10 de octubre de 1868. A partir de ese momento las organizaciones patrióticas que operaban en Estados Unidos se refunden en la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico. A través de su periódico La Revolución, Betances publicó innumerables trabajos firmados como “El Antillano”, donde su principal preocupación fue vincular la suerte de la revolución cubana con la de Puerto Rico.

Tras su regreso a Francia donde pudo ejercer su genio científico y literario que le dio fama y prestigio, Betances también se dedicó apoyar en todos los sentidos a los cubanos en su guerra de independencia y con ella, la de Puerto Rico. Cuando fue inminente la intervención norteamericana a Puerto Rico, Betances reiteró que el logro de la independencia era un imperativo categórico del pueblo puertorriqueño. Despreció la autonomía, pues consideraba que todo esfuerzo autonómico estaba destinado a fracasar ante la intransigencia española, al mismo tiempo que rechazaba la intervención de los Estados Unidos.

Su rechazo fue a todo tipo de colonialismo, tanto a la “decadente, despótica y retrógrada” España como bajo Estados Unidos, “progresista y supuestamente democrático”. Para Betances era verdaderamente indigno el colonialismo sin importar la cubierta o ropaje con que lo cubrieran, retrógrado o progresista, era igualmente inaceptable y reprochable. Su rechazo absoluto y tajante al colonialismo y por tanto a favor de la independencia, lo plasmó en otras de sus inolvidables sentencias: lo mismo da ser colonia yanqui que española.
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Paul Estrade, “La Nación Antillana: sueño y afán de El Antillano (Betances)”, en Consuelo Naranjo, Miguel Puig y Luis García (editores), La nación soñada: Cuba, Puerto Rico, Filipinas ante el 98, Madrid, Doce Calles, 1996, p. 29.
Ramón Emeterio Betances, Selección y prólogo Haroldo Dilla Alfonso y Emilio Sosa. Colección Pensamiento de Nuestra América, La Habana, Casa de las Américas, 1983.

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