Vehículos y sociedad

El crecimiento del inventario de vehículos de motor en la República Dominicana no tiene que verse necesariamente como una cosa buena, cuando en la agenda hay tantos asuntos por resolver relativos a la transportación y al tránsito.

El crecimiento del inventario de vehículos de motor en la República Dominicana no tiene que verse necesariamente como una cosa buena, cuando en la agenda hay tantos asuntos por resolver relativos a la transportación y al tránsito.

Que haya más demanda de vehículos no significa que haya avances significativos en la calidad de la transportación de las personas o en la prestación de los más variados servicios que ofrecen.

De acuerdo con una información de elCaribe de ayer, el parque vehicular creció el año pasado en 233,796 unidades, de las cuales las motocicletas representan el 67.61%. Las motocicletas han devenido en un problema en el tránsito, sea porque la mayoría de los accidentes envuelven motocicletas o porque apenas representan soluciones marginales o particulares. No impactan la calidad de la transportación humana.

Aunque de manera general la importación de vehículos disminuyó con relación a 2017, la traída de motocicletas continuó en ascenso, una tendencia.

Pero el crecimiento del parque vehicular, por demás con predominio de “usados”, constituye un hecho a considerar por quienes deciden política de transportación terrestre, sea por el tipo de aparatos, y especialmente por las condiciones en que llegan.

Y más que eso, plantea inquietudes, en un país en donde las principales ciudades acusan dificultades en el tránsito, por una alta concentración vehicular. Habría que agregar los déficits comprobados de parqueos para tantos vehículos en las zonas de mayor concurrencia.

Lo peor de todo es que si miramos bien el tipo de vehículos que se traen, además del predominio de las motocicletas, en segundo lugar están los automóviles, seguidos por las llamadas “yipetas”, y en cuarto lugar, vehículos de carga. Pero la principal demanda hoy día es de asientos para pasajeros, para mejorar las paupérrimas condiciones en que se trasladan las personas que trabajan o estudian.

No hablemos del impacto medioambiental, de cómo afectan los planes de regulación del tránsito, etcétera. Lo deplorable es que ocurre sin que se adviertan políticas claras en la materia, acerca de las verdaderas necesidades de la gente.

Y peor, que pese a ese creciente parque vehicular, no hay políticas para retirar el peligro público que constituyen las chatarras en calles y avenidas.

¿Habrá autoridades pensandomás allá de las recaudaciones?

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