El alcalde y la vergüenza nacional

De introito escribo que, por retomar el tema que norma el caos (histórico arrabal) de la esquina que forma la Avenida Duarte con la calle París, podrían calificarme como “periodista necio”.

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De introito escribo que, por retomar el tema que norma el caos (histórico arrabal) de la esquina que forma la Avenida Duarte con la calle París, podrían calificarme como “periodista necio”.

Un calificativo que no tiene justificación porque cuando me he referido al tema -en varios trabajos publicados en este diario- lo he hecho en función de que a ese desastre urbano se le busque la adecuada solución que anhelan los munícipes capitalinos.

Ese viejo arrabal, que tildé como una vergüenza nacional, constituye el némesis, el gran enemigo público de todos los alcaldes que han pasado por el Ayuntamiento del Distrito Nacional.

¿Y es que no hay forma de que las autoridades municipales resuelvan tan grave problema?

Santo Domingo, capital de República Dominicana -bautizada con justicia como “Ciudad Primada de América”-, ha sido afectada durante décadas por ese “singular” caos que ha padecido su población. Un caos que también ha sido llamado, igualmente desde hace muchos años, un arrabal que marca un espacio del casco metropolitano.

Repetir que ese segmento del Gran Santo Domingo, es harto conocido con el nombre de “La Duarte con París.” ¡Todo ese entorno sigue arrabalizado!

La avenida Duarte -en honor al Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte- forma esquina con la calle París, conocida como “La ciudad de las luces” .París es la capital de Francia, uno de los países más desarrollados del Viejo Mundo (Europa). Pero, ¡oh contraste con la civilización del siglo XX!

¿Cuál contraste? Es paradójico que Santo Domingo, como Ciudad Primada de América, presente un caos como el que se observa, y que al parecer “no tiene solución”.

En el antihigiénico lugar los transeúntes, que hasta se muestran indiferentes, observan montones de buhoneros de toda clase que venden también artículos de todas las marcas.

Para que no me volvieran a contar, hice un recorrido por el citado arrabal. “Señor, ¿qué desea comprar? Aquí hay de todo. Mire esos zapatos, por aquí también los puede ver…tenemos estos pantalones y camisas de marca. Mire, son, y aunque usted no lo crea, de más calidad y a precios muy buenos, mejores que los que usted pueda comprar en Nueva York”.

Esa perorata la escuché de labios de uno de los comerciantes ambulantes (buhoneros) que trabaja en uno de los angostos espacios de la vetusta y arrabalizada zona.

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