En 10 años el mercado de botellas de 16 onzas subió entre 30 y 35%; inversiones del sector suman US$400 millones

La comercialización de agua en República Dominicana se expande cada vez más. El negocio ha adquirido niveles tan importantes como quizás no imaginaron nuestros antepasados. “Llegará un tiempo en que se venderá agua”, pronosticaron muchas personas años atrás. Posiblemente no imaginaron el grueso que tendría el negocio.

El sector formal de agua tiene agrupados en la Asociación Dominicana de Embotelladoras de Aguas Purificadas (Adeagua) unos 100 miembros. En el país existen unas 300 empresas formales del ramo, pero de manera informal hay alrededor de 1,000, indican cifras oficiales. Lo ideal sería que la gente no tenga que comprar una sola gota de agua, sino que el grifo de la llave pueda proporcionarla en condiciones óptimas, tanto para consumo, como para otras actividades. Sin embargo, ante esa imposibilidad que surge, especialmente para el agua de tomar, los negocios han tomado un gran posicionamiento en el mercado.
Más del 80% de la población dominicana consume agua embotellada, de acuerdo con informes ofrecidos por Adeagua. Las empresas formales del sector generan cerca de 10,000 empleos directos y una cantidad mayor indirectamente. En adición a la comercialización de agua usada para tomar, aunque en muchos casos esa agua no esté apta, hay que considerar el negocio en torno a los camiones cisternas, que ofertan el líquido fundamentalmente para uso doméstico, y el agua importada desde diversos países, entre ellos España, Francia y EE.UU. Sin embargo, ese producto extranjero no afecta a la industria local, pues su consumo y uso no alcanza el 1% dentro de la demanda del mercado dominicano, según Adeagua.

“El dominicano ha aprendido a consumir el agua que le llega a su casa en botellones herméticamente cerrados. Las empresas grandes han crecido en la preferencia de los consumidores y su alcance ha aumentado. El mercado del Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo no tiene problemas de competencia desleal, como hay en Santiago. Aquí hay lo que es una competencia normal entre las empresas que son miembros de la asociación”, dice David Toribio, presidente de Adeagua al abordar el tema. El aporte del sector agua al producto interno bruto (PIB) es el 1%, calcula la organización.

Las inversiones de las empresas embotelladoras superan los US$400 millones, calcula el presidente de Adeagua.

La comercialización de agua en los denominados camioncitos, que llegó a ser un “dolor de cabeza” para las autoridades públicas y para la industria formal, ha ido desapareciendo. “Ese mercado está tan reducido que está al borde de la desaparición”, asegura el directivo de Adeagua. “Los consumidores, con apoyo del Ministerio de Salud Pública confirmaron que esa agua no debía tomarse, sino usarse para uso doméstico”, apuntó.

Salud Pública estableció una serie de resoluciones en las que especificaba que el agua que se ofertaba en los citados vehículos no servía para consumo. También se generó un cambio en la Norma 64, sobre agua, y el título de esa norma, que antes era “Agua potable envasada”, cambió. Actualmente se llama “Agua procesada potable envasada para bebida”.

Las resoluciones de Salud Pública tienen ahora más vigencia en el sentido de que los letreros puestos a los camioncitos y camiones cisternas establecen que no está permitido tomar esa agua. La venta sí se permite. Otro letrero especifica que si la persona finalmente decide tomar el agua, entonces tiene que hervirla por 15 minutos.

Una debilidad que ayudó a fortalecer la industria

La carencia de agua y la mala calidad de ésta son un caldo de cultivo para el fortalecimiento del mercado formal e informal de agua. La cobertura de ese bien (partiendo de las personas que tienen el líquido donde viven) era en 2013 de apenas 46.3%, por acometida (instalaciones en las viviendas), y llegaba a 67% cuando se considera la existencia en los patios, según el Inapa.

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