Algunos entienden que con la Navidad finaliza el año y termina el mundo a la vez. En diciembre quieren deshacer más que hacer, estar momentáneamente alegre más que feliz, olvidarse de todo en lugar de concentrase en lo esencial, vivir como millonario un par de horas y como mendigo el tiempo restante.

En estos días, miles de trabajadores reciben su salario de Navidad. Probablemente no rendirá mucho. En el mejor de los casos y actuando con responsabilidad, alcanzará para la cena de Nochebuena, comprar algunos regalos a nuestros seres queridos y quizás hacer ciertos arreglos al hogar. Otros, los menos afortunados, tendrán que amortizar las deudas acumuladas, tratando de llegar a enero con menos dificultades.

En fin, cada cual tiene sus propios problemas y buscará la manera de enfrentarlos, a sabiendas de que no necesariamente habrá soluciones definitivas. Lo importante es que esos chelitos que entren no sean derrochados, lanzados al viento, utilizados en caprichos pueriles o en el imperio de Baco. Navidad es sinónimo de paz, pero esa paz la tendremos solo si actuamos correctamente, estando conscientes de los pasos que demos.

Evitemos los excesos en Navidad, que luego nos arrepentimos de lo que hicimos, pero nos percatamos cuando ya tenemos la soga al cuello. Gastar en cosas superfluas es absurdo, es un irrespeto a nuestras familias, que de seguro tienen necesidades que merecen atención y recursos. Antes de comprar, pensemos en lo que falta en la casa. Es asunto de prioridades.

En estos tiempos abundan las malsanas tentaciones y la pérdida del buen juicio. La locura protagoniza los escenarios. No hay tranquilidad. Hasta en los cementerios hay bulla. Vemos a personas de escasos recursos económicos que gastan en bebidas el equivalente de lo que le falta a su hijo para completar sus estudios con mejores condiciones. Y hay gente rica que se burla de sus hermanos cuando en una noche despilfarra cien veces más de lo que le paga en un año al jardinero de su mansión.

Navidad no es sinónimo de francachela, ni de conductas erráticas, ni de bohemias desenfrenadas. Navidad significa sosiego y esperanza, además de una excelente ocasión para revisarnos y para pensar qué debemos corregir. Y recordemos que nada como la Navidad para proponernos metas que en base a nuestro esfuerzo podamos alcanzar.

Y un mensaje final: utilicemos con sentido común el salario de Navidad, que la vida sigue y nadie evita que llegue el 2019. ¡Seamos sensatos, caramba! ¡Pensemos antes de sacar un peso de nuestros bolsillos! Recordemos al papa Francisco cuando dijo: “Pero sobre todo, si algo no es la Navidad es una fiesta de consumismo desmedido”.

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