El corazón nos retiene, pero la mentalidad nos lleva, de modo que es crucial renovar nuestra mente, refrescar los ojos del entendimiento con el colirio puro de su palabra y conocer a Dios por medio de su amor primeramente, y no por medio de sus juicios, sabiendo que un bebé conoce a su padre antes que al cargo que ostente. Conocerle bien implica conectarse a su misericordia, paz y seguridad únicas. Es ser llevados en hombros para no sucumbir ante el espejismo que produce la horrenda sed de sabiduría a los caminantes, es ser ataviados de honra y dignidad para no ser distraídos con la altura de otras palmeras.

Conocerle es echar raíces en el oasis de su ternura, extender el plumaje de la razón y volver al nido desesperadamente.

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