El Ciudadano Ejemplar se levantó tempranito, optimista y patriota, como siempre. Y, como siempre, imaginó el flamígero trabuco de la vieja noche (y sonrió); imaginó las primeras estrofas de aquel tema musical tan en boga en las retretas de mediados del siglo diecinueve (y sonrió); imaginó la procesión de héroes y mártires que nos dieron tanta Patria (y sonrió). Y he aquí que, después de todo eso encendió el televisor y quedó fulminado allí mismo por una descarga consumista en perfecto y clasemediero dominican spanglish. (Llegué al lugar y encontré los más tristes despojos de aquel triste caso transcultural).

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