En esta época en que la farándula se siente con el derecho de aprovechar su exposición mediática para dar cátedras de economía y política, Javier Bardem se manifestó indignado con el libre mercado, porque es un sistema en el que el malvado intermediario se queda con la mayor parte de la ganancia de un tomate. Esto en detrimento del verdulero, que se ha arriesgado a cultivarlo, y que por lógica debería recibir la mejor parte.
“Este es un simple y claro caso de robo, abuso y violación al trabajo de miles de personas”. Así se expresó el talentoso actor español.
Poco importa que no entienda muy bien como funcionan los principios económicos. La forma dramática vence al contenido, y convence.
Pero resulta que ese malvado intermediario no ha hecho más que incurrir en costos y esfuerzos para que el consumidor no tenga que desplazarse al pueblo a buscar el tomate. Que a miles de consumidores se les facilite la vida (y lo que esto cuesta), se pasa totalmente por alto.
Como también se pasa por alto que toda la economía se basa en márgenes de ganancias, que constituyen el incentivo para que las cosas ocurran (¿o es que de verdad cree el Sr Bardem que alguien le va a llevar el tomate desde el campo a su mesa a cambio de nada y por solidaridad con el campesino?)
Javier Bardem ignora además otro aspecto: que mucha de la diferencia entre el precio que recibe el verdulero y el que recibe el intermediario se la lleva, no el comerciante, sino el Gobierno en forma de impuestos (cada día más altos). Esto también hay que explicárselo.
Pero es difícil que acepte estas aclaraciones, porque es de los progresistas. Y ya tiene decidido en su mente que el comerciante es el maldito explotador.
Si está tan indignado pudiese hacerle el favor al verdulero, y montar él mismo una empresa intermediaria donde los márgenes sean más justos. No lo hará porque está muy “motivado” desarrollando su talento y destacándose en el país más capitalista y pro libre mercado del mundo. Y ganando lo que jamás hubiese ganado en otro lado.
