Vivimos en “sociedades del siglo XXI con instituciones del siglo XIX”, dice el politólogo Daniel Zovatto; los hechos parecen darle la razón. Es ampliamente conocida la influencia de la tecnología en áreas como la economía, la cultura y la comunicación. Hoy se habla de la Cuarta Revolución Industrial, caracterizada por significativos avances en áreas como la robótica, la tecnología de la información y la comunicación (TIC), la biotecnología y la inteligencia artificial. Esto ha impactado la producción y el empleo, ¿pero cuál ha sido su repercusión en el mundo de la política?

Antonio Gutiérrez-Rubí, en su libro Tecnopolítica, reconoce que la llegada de las TIC está “revolucionando la manera de organizarnos, de movilizarnos, de gobernarnos, de informarnos y de manipularnos”. Se reconoce que durante la última década el uso de las redes sociales ha tenido un gran impacto en los movimientos sociales. Desde la primavera árabe y el movimiento de los indignados, hasta la lucha por el 4% para Educación y el Marcha Verde en el país, evidencian una nueva era en la relación entre tecnología y ejercicio de ciudadanía. Las TIC han implicado el surgimiento de nuevas expectativas ciudadanas frente al sistema político y la emergencia de individuos más informados e involucrados en el debate de los asuntos públicos.

Lo anterior supone una relación de poder distinta. Las nuevas tecnologías están contribuyendo a una relación menos vertical entre gobernantes y gobernados. Sin embargo, aún hay resistencia del sistema político a adaptarse a los nuevos tiempos. La democracia representativa ha quedado obsoleta y hace muy poco para cambiar. A pesar de que las legislaciones incorporan mecanismos directos de participación, no se conocen de esfuerzos reales dirigidos a aprovechar las TIC para la inclusión de la ciudadanía en los procesos de definición, decisión e implementación de las políticas públicas.

Ya no es necesario esperar unas elecciones para conocer la opinión de los ciudadanos, estos se expresan cotidianamente. Por eso, volviendo a Gutiérrez-Rubí, hay que pasar de “la democracia de los votos a la democracia de las voces”. Uno de los impactos mayores de la tecnología en la política ha sido en las campañas electorales. Claro, no siempre de manera positiva, como lo ha sido el uso de las redes sociales para la difusión masiva de noticias falsas con el propósito de manipular la opinión pública. Es hora de que las TIC impacte a las instituciones de la democracia. Se requiere de gobiernos que estén en sintonía con la gente, escuchando su demanda y atendiendo sus expectativas. La tecnología hace más fácil la participación y la deliberación de los ciudadanos, esto tiene que ser aprovechado.

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