Steven Adams es invaluable para el Thunder de Oklahoma City. También sirve de recordatorio: los gigantes en la NBA siguen siendo vitales.

El buen rendimiento del imponente centro neozelandés de siete pies (2,13 metros) sirve para refutar la reciente percepción de que los pívots de la NBA son una especie en peligro de extinción, algo que — en base a las inversiones y los drafts de este verano — evidentemente no es el caso.

Este receso de verano, los campeones defensores Warriors de Golden State ficharon a DeMarcus Cousins, aunque casi regalado, con un modesto contrato de 5,3 millones de dólares. Los equipos de la NBA pusieron la mira en jugadores de alta estatura en el último draft. Deandre Ayton y Marvin Bagley fueron escogidos en primer y segundo lugar, y los centros ocuparon cuatro de los primeros siete lugares. Además, durante el verano se invirtieron 285 millones en contratos de tres centros: Nikola Jokic, Clint Capela y Jusuf Nurkic. Nada mal para jugadores a menudo poco apreciados.

Adams es un gran ejemplo. No le toca intervenir en muchas jugadas, pero es esencial para crear cortinas para Russell Westbrook y Paul George y atrapando rebotes. Es un jugador que intimida con su presencia física, pesando 103 kilos (255 libras), aunque los Thunder destacan su capacidad de movimiento.
Es cierto, los jugadores grandes se están reinventando en todas partes.

Drummond, Hassan Whiteside, de Miami; Al Horford, de Boston; Anthony Davis, de Nueva Orleáns; Karl-Anthony Towns, de Minnesota; Jokic, de Denver; Joel Embiid, de Filadelfia; Capela, de Houston, y Rudy Gobert, de Utah, son claves para las respectivas esperanzas de sus equipos esta temporada. Y Washington confía en Dwight Howard, cuando sus lesiones le permitan debutar con los Wizards en esta temporada.
Todos ellos han ampliado su zona de cobertura defensiva, pero sin dejar de proteger el aro.

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