Un puente festivo finsemanario es el mejor antídoto para toda semana pasada. Y es, entre siesta y siesta, propicio para toda reflexión, breve en medio de la gozosa vagancia (pero reflexión al fin). Por ejemplo, creo que quien inventó el lunes no tenía muy claro lo que hacía. Porque, después de cada domingo, siempre hay que regresar a los golpeantes absurdos de este país; porque, siempre, lo más duro de la vida es volver desde el domingo a la realidad de que hay que trabajar (¡Qué palabra tan ríspida: “trabajar”!)…Dura realidad que, para empezar, tiene un nombre depresógeno: Lunes.

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