Del 1 al 7 de agosto celebramos la Semana Mundial de la Lactancia Materna (SMLM), este año bajo el lema “Lactancia materna: fundación de vida”.

Adoptada en los 90 por OMS y Unicef, la SMLM busca resaltar la importancia de los niños ser alimentados por el pecho materno e incentivarlo.

La ocasión es justa para deplorar nuevamente los bajos niveles de lactancia materna en el país, situación que no hemos podido superar pese a la ley 8-95 que declara como Prioridad Nacional La Promoción y Fomento de la Lactancia Materna.

Esta normativa ha sido de resultados muy escasos pues no ha sido implementada con rigurosidad.

La escasa lactancia materna junto al alto número de cesáreas, nos configuran como una sociedad enferma y de enfermos, la cual al efecto somos. No puede construirse salud cuando lactancia y parto natural, dos de sus pilares fundamentales, son obviados en nuestro país.

Nuestro sistema de salud existe para combatir la enfermedad, no para prevenirla, y eso explica en parte por qué no hemos podido asentar la lactancia materna como la primera elección para alimentar a nuestros infantes.

La leche materna tiene la composición de nutrientes a la medida de las necesidades de desarrollo del bebé humano y lo protege contra infecciones y alergias.

Las fórmulas infantiles la imitan parcialmente y con muchas desventajas, por lo que sólo deben utilizarse en caso de contraindicación o fracaso de la lactancia, por causas como una falta en la cantidad de secreción, malformaciones de la mama, pezón invertido, alguna enfermedad infecciosa, ciertas enfermedades permanentes, alcohol o drogodependencia, o que el neonato presente ictericia debida a la leche materna.

El éxito de la lactancia depende básicamente de la succión del bebé, que estimulará la secreción, de la alimentación adecuada de la madre y su convencimiento y deseo de poder lactar.

Sin embargo, bajo diversos mitos y creencias muchas madres en capacidad de lactar recurren a la leche de fórmula.

Defiendo la lactancia no solamente en mi calidad de nutricionista sino por mi propia experiencia personal. Primero, yo no fui lactada y eso favoreció mucha debilidad inmunológica, lo que me hizo muy vulnerable físicamente.

Por otra parte, perdí mi primera hija a los 3 años de edad por una enfermedad que fue secuela de la debilidad física que yo le fomenté por no lactarla con la adecuada consciencia y el tiempo necesario.

Perder mi primera hija me significó el aprendizaje suficiente para hacer las cosas diferentes con mi segunda y hoy única hija (22 años). A ella la lacté y desteté como debía ser.

Sí, lactancia es fundación de vida. Futura madre, dando el seno te evitarás muchas visitas a pediatras y sembrarás en tu hijo la base de su salud, el mayor tesoro para él y para ti.

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