En la región se ha montado una obra de teatro, con sus tres actos clásicos: Principio, Nudo y Desenlace. El país no escapa de ser escenario de la misma.

La Guerra Fría fue una obra de teatro del Bloque de países capitalistas, encabezados por los EEUU, contra el Bloque de países socialistas, encabezados por la Unión Soviética. Esa obra descansó en el guión, “Democracia Versus Comunismo”. El argumento era llamarles comunistas, aún a demócratas, sólo por defender la libertad y proteger la libre expresión de las ideas y la defensa de los derechos.

Juan Bosch gobernó siete meses en 1963 y se dio el mandato de que “mientras gobernara no iba a perecer la libertad”. Eso lo llevó a su derrocamiento. El Pentágono quería que persiguiera a los jóvenes que se decían llamar comunistas y fidelistas.

Luego, Bosch articuló un movimiento cívico militar para el “Retorno a la Constitucionalidad sin Elecciones”, el cual dio inició a la revolución de abril de 1965, siendo a los tres días catalogado como comunista. Los comunistas rezagados alegaban que ese movimiento era “un gancho” con los “gorilas” (militares) y que no era el de ellos. Sólo salieron de sus refugios cuando se produjo la intervención militar norteamericana.

Juan Bosch pasa a fundar el PLD en el 1973, bajo la premisa de que el país se encontraba en un capitalismo tardío (arritmia histórica), por lo que no podía pretenderse establecer un régimen socialista, sino desarrollar las fuerzas productivas. Hizo importantes referencias históricas, incluyendo lo que hizo Ho Chí Minh en Vietnam, que disolvió su partido comunista para crear un movimiento de liberación.

Sin embargo, Bosch y los peledeístas fueron acusados de comunistas. Con el desplome del Bloque socialista eso quedó atrás. El sistema capitalista ha necesitado, entonces y hoy, utilizar otro argumento para reorientar su defensa y cohesión. El capitalismo es la expresión histórica de más alto desarrollo de la humanidad. Descansa en la actividad productiva de bienes y servicios. Pero no existe un centro productivo y comercial que sobreviva sin obtener beneficios, con frecuencia irregularmente. Pero excepcionalmente se les acusa de corruptos.

En cambio, lo predominante es que a los funcionarios sin excepción se les estigmatice como corrupto. No hay un funcionario que no sea categorizado por ley como persona expuesta políticamente para los bancos.

Desde hacen seis años el liderazgo del sistema capitalista ha descubierto que atacar la impunidad y la corrupción da resultados en las reglas del mercado económico y en la actividad política. Decidieron judicializar la actividad política y, simultáneamente, politizar la corrupción. Logran, con mucho apoyo, cambiar gobiernos sin importar las ideologías, utilizando una indetenible divulgación mediática por las redes sociales.

Con Brasil y Lula se inició y luego otros. Ahora toca a Nicaragua, por los muchos errores cometidos por un Presidente elegido, hace poco, con más de un 60%.

Se advirtió desde el 2013 de este guion; se ha planteado desde ese año en el CP. En el país se va agravando porque políticos empresarios y empresarios políticos, han invadido un campo que no es el suyo. Penosamente agregándole más errores al gobierno peledeísta.

Lo procedente es respetar los acuerdos y pactar para superar errores. El marco legal es indispensable para judicializar lo que ahora se politiza.

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