El comunismo soviético descartó a Haití como objetivo, a pesar de su cercanía a Cuba, agente multiplicador de sus intentos en América Latina. Esto, por la enorme posibilidad de un rotundo fracaso como régimen socialista, por sus limitadísimos recursos, sin estructura productiva, economía insostenible y su peculiar composición social e idiosincrasia. Ante la brutal inseguridad de los habitantes del territorio haitiano, el paso elemental de subsistencia es migrar, como sea, hacia territorios más seguros, siendo el primero, nuestro espacio vital. Somos los “culpables escogidos”, por los que rehúyen su responsabilidad histórica, con un pueblo víctima de esclavismo moderno, de la ignorancia, el hambre, la insalubridad y la abundancia de políticos rapaces, que basan su promoción en acentuar el odio contra todo lo que huela a dominicano.

Refiriéndose al África, el presidente de Francia Emmanuel Macron, en visita reciente a ese continente declaró: “Los crímenes de la colonización europea son innegables”. Es “un pasado que debe pasar”, agregó. Esto debe ser aplicable también a Haití, donde la colonización francesa estuvo basada en la más cruel bestialidad, formando sobre la sangre de negros esclavos, una colonia económicamente próspera para los amos blancos, descomunalmente dolorosa y cruel para los negros forzados. Se les obligó, inclusive, a “compensar” al país explotador, cuando obtuvo su independencia, pretendiendo que los dominicanos contribuyéramos a esa perversa monstruosidad.

Haití por sí solo resulta un Estado inviable y preciso es que los responsables históricos y los que han contribuido a sumir a ese conglomerado humano en su condición actual, asuman un papel más agresivo y solidario. A Estados Unidos le faltan políticas más realistas de cooperación, para ayudar con un proceso de desarrollo; acciones menos inclinadas a la caridad. Menos “ayuda”, tipo Fundación Clinton y más programas de infraestructuras, capacitación y empleo. Canadá debe mostrarse más colaborador y activo. Jugar al avestruz no contribuye a resolver los enormes problemas estructurales, que aquejan a esa masa humana con rasgos de nación. Los países cooperantes deben asegurarse de que las ayudas no vayan a parar a manos de políticos oportunistas.

El hacinamiento en las ciudades y el abandono del campo, empujan a esa masa que procura subsistir, hacia lugares más seguros, donde haya trabajo, alimentos y en una isla como la que compartimos, solo hay una ruta: el territorio dominicano. Ha parecido siempre un exceso, la idea de una frontera física definida y no la virtual y muy permeable que tenemos hoy. Es tiempo de pensar en resguardar nuestros vulnerables límites terrestres, de forma más concreta y entender que los haitianos constituyen la principal amenaza contra nuestra nación. La violarán cuantas veces lo deseen y los cientos de miles de ilegales viviendo de forma permanente, lo confirman.

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