Durante los días sábado, domingo y lunes anteriores a la llegada de los remanentes del ciclón Beryl, estuvimos advirtiendo, a través de la popular emisora Zeta 101, a través de diferentes programas de radio y de televisión, y a través de nuestra cuenta de Twitter, que si bien era cierto que a Beryl se le estaban debilitando las fuerzas de sus vientos, no menos cierto era que su desorganizado campo nuboso provocaría muchas lluvias sobre el Gran Santo Domingo, ya que las nubes dispersas de los remanentes de Beryl mantenían mucho vapor de agua que se precipitaría sobre el territorio dominicano, por lo que era necesario prepararse para lluvias importantes durante la tarde y la noche del lunes, para lluvias torrenciales durante la madrugada y la mañana del martes, y para lluvias moderadas en la tarde del martes.

Sin embargo, muchos ciudadanos pensaron que como los vientos del fenómeno meteorológico se habían debilitado, ya no había nada de qué preocuparse en el Gran Santo Domingo, y ahí nació el gran error colectivo, pues es necesario saber que en un ciclón hay dos componentes importantes: la fuerza de sus vientos rotacionales y la cantidad de vapor de agua que produce lluvias, y que si las velocidades de los vientos disminuyen desde huracán hasta tormenta, y luego hasta depresión tropical, eso no necesariamente implica la disminución de la cantidad de lluvias que puede precipitarse sobre una determinada región, y por más que repetimos en la Zeta 101 que debíamos prepararnos para las lluvias de los remanentes de Beryl, algunos dijeron que estábamos alarmando innecesariamente a la población, y por ello, este pasado sábado, Willy Rodríguez, director de la Zeta 101, le recordó al país que habíamos advertido, a través de la Zeta 101, de las lluvias que caerían.

Está claro que la madrugada del pasado martes pasará a la historia como una de las madrugadas de mayor espanto colectivo en el Gran Santo Domingo, pues la extraordinaria cantidad de rayos caídos sobre el área metropolitana, en conjunción con lluvias torrenciales, que en algunas zonas superaron los 250 milímetros por metro cuadrado, sorprendió a muchas personas que dormían y no esperaban esas indetenibles tormentas eléctricas.

Pero lo peor no había llegado, pues al amanecer, la gente se encontró con que muchos estacionamientos subterráneos, muchas calles, muchas avenidas, muchos sectores pobres, y muchos sectores ricos, estaban inundados, y que cientos de autos estaban total o parcialmente inundados en estacionamientos subterráneos, y en las calles, porque el sistema de drenaje pluvial del Gran Santo Domingo no había respondido en función de la pluviometría caída sobre los 350 kilómetros cuadrados de la Capital.

Y la pregunta que hoy se hace la gente de la Capital es ¿Por qué la ciudad de Santo Domingo se inundó con el paso de un fenómeno meteorológico que ya se había degradado a simple onda tropical? Y la respuesta es que cada vez que un fenómeno meteorológico ha impactado al territorio dominicano, los mayores daños han sido causados por las lluvias y no por los vientos, ya que los daños y muertes en La Mesopotamia, de San Juan de la Maguana, durante el paso del huracán Georges, en septiembre de 1998, fueron causados por las lluvias y las subsiguientes inundaciones en el río San Juan, y no por los vientos; de igual modo que los daños y muertes en Jimaní, en mayo de 2004, fueron causados por las lluvias y las inundaciones del río Blanco, y no por los vientos; del mismo modo que los daños y muertes en Villa Altagracia, durante el paso de la tormenta Noel, en octubre de 2007, fueron causados por las lluvias e inundaciones del río Haina, y no por los vientos; y del mismo modo que los daños y muertes en Santiago de los Caballeros, durante el paso de la tormenta Olga, en diciembre de 2007, fueron causados por las lluvias y las inundaciones del río Yaque del Norte, y no por los vientos.

Lo cierto es que la ciudad de Santo Domingo se inundó porque cayeron más de 250 milímetros de lluvias por cada metro cuadrado, en menos de 24 horas, y en cualquier parte del mundo esa cantidad de lluvias provoca una inundación, sobre todo si el drenaje natural vertical de la roca caliza coralina porosa de nuestra ciudad Capital ha sido bloqueado por el asfalto de las calles, y por el concreto de las aceras y de los edificios que llenan las manzanas, siendo necesario y obligatorio, a partir de ahora, que comencemos a construir trincheras subhorizontales para llenarlas de gravas gruesas, tipo dren francés, para drenar a la ciudad Capital en sentido norte-sur, tal y como debimos hacerlo décadas atrás, pero, lamentablemente, en algunas urbes nos acordamos de las inundaciones cuando tenemos el agua encima.

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