Como todo en la vida, el ajedrez, el más racional y científico de los entretenimientos, llamado por derecho propio “juego ciencia”, está sujeto a cambios y en la actualidad ese fenómeno estremece el mundo ajedrecístico. De hecho, su práctica presenta innovaciones imposibles de imaginar en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado. El ingeniero Rafael Damirón, uno de los grandes propulsores del ajedrez que ha tenido el país, escribió una obra de inmenso valor, única en la bibliografía dominicana, con el sugestivo título de “Hablemos de ajedrez”. En ella pasa revista a nuestro historial del juego y explica las características de los cambios y las transformaciones sufridas por el ajedrez, que han cambiado en forma radical las reglas en los torneos internacionales.

Al referirse a lo que llama “el futuro previsible”, Damirón dice que tal vez muy pronto en el ajedrez de competición estará en juego la legitimidad de los resultados, debido a que una buena parte de la partida al más alto nivel es pura repetición. Según Damirón, “esto adquiere ribetes de crisis cuando se trata de partidas que terminan en tablas, sin que haya ocurrido ningún tipo de lucha real entre los oponentes”.

Su obra es un valiosísimo aporte al conocimiento del ajedrez y a la bibliografía dominicana, por su originalidad y contenido. Una obra que merece ser leída y que reúne todos los méritos de un gran libro en su género. En ella, se lamenta del fallido intento de introducir el ajedrez como disciplina opcional en las escuelas. De experiencia exitosa en otros países, se trata de un proyecto dirigido a estimular la capacidad de análisis y el hábito del estudio a temprana edad, lo que debería ser retomado ahora que el sistema educativo nacional atraviesa por uno de sus peores momentos. La obra de Damirón podría motivar al sector privado a impulsar tan feliz iniciativa.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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