Lombardero Arias, que arribó a República Dominicana desde España en 1950, maneja el restaurante Vizcaya desde 1962

Con sangre española, pero de corazón dominicano, José Ramón Lombardero Arias, propietario del emblemático restaurante Vizcaya, dice sentirse agradecido por todas las oportunidades que encontró en este país, al que arribó en 1950 tras el fallecimiento de sus padres.

Desde trabajar en una mina, hasta llegar a ser panadero, este incansable trabajador ha sabido aprovechar todas las oportunidades que la vida le ha brindado, sobre todo la de convertirse en el dueño de ese establecimiento que lleva 63 años funcionando, donde desde sus inicios se han esmerado en combinar lo mejor de la comida europea con la variedad de los platos criollos.

Su mujer y sus hijos son la fuente de energía de este asturiano. De su esposa, Juana Romero Castillo, dice ha sido su mejor regalo. Sus hijos, quienes se han encargado de la administración del restaurante, son también motivo de orgullo para este octogenario.

1. Niñez
Nací en una pequeña comunidad de Asturias, España, llamada Arroñada. Soy el menor de ocho hermanos, de los cuales fui el más beneficioso de la educación, pues me mandaron un poco más a la escuela que a los demás, debido a la insistencia de mucha gente que le decían a mis padres, Práxedes Arias Novo y Manuel Lombardero Legaspí, que era una pena no mandarme a estudiar. Esa educación la recibí donde estaba el ayuntamiento, adonde el profesor llevaba a todos los niños del vecindario y los alfabetizaba. A veces pensaba que el profesor sabía menos que yo, no sé si era por el interés que siempre tenía en aprender más, o porque él apenas había terminado el cuatro curso, y no era habilidoso”.

2. Muerte de su madre
El recuerdo más triste que guardo es la muerte de mi madre cuando yo tenía tan solo 16 años. Fue uno de los momentos más desgarradores, hasta ahora. Cuando me dedicaba a pastorear a las ovejas que teníamos en la familia, al momento de regresar a casa, que contaba con dos espacios; en el de abajo acomodábamos nuestro ganado, y arriba vivíamos, antes de subir me quedaba en el pesebre de una de las vacas para escuchar a mi madre llorar, quejándose del dolor que le provocaba el cáncer. Le ponían una inyección a veces, pero era morfina, y eso no servía para nada, porque el efecto no era duradero. Se quejaba siempre, hasta que murió en ese lecho canceroso. Todavía lloro cuando la recuerdo quejarse del dolor, todavía lloro cuando recuerdo todo lo que tuvo que soportar”.

3. Su trabajo como minero
En mi juventud, cuando me correspondía ir al servicio obligatorio militar, establecido en España en aquella época, opté por trabajar en la mina. Era un cambio permitido y donde uno estaba como empleado. En la mina trabajamos a destajo, o sea, tanto más picaba carbón, más dinero iba a tener. Ahí duré tres años y medio, que era el tiempo obligatorio establecido por el gobierno. Luego, por lo responsable que era, el dueño de la mina me ascendió a capataz. En ese trabajo conocí a un amigo que me acompañó en muchos momentos de mi vida, se llamaba Alfonso Ruñada García. Incluso, él vino a República Dominicana conmigo, y ambos nos casamos con dos primas hermanas”.

4. Llegada al país
Vine a este país en el 1950. El motivo fue que en esa época, España, que estaba dirigida por Francisco Franco, y República Dominicana, gobernada por Rafael Leónidas Trujillo, habían realizado varios acuerdos migratorios, en el que estaban intercambiando habitantes cada cierto tiempo. Lo único que debíamos hacer era enviar una carta de recomendación a este país, y luego recibíamos una respuesta en pocas semanas. Cuando supe de esa oportunidad, no lo dudé, vine a este país porque no quería quedarme allá. Mis padres habían fallecido, y pienso que eso también tuvo algo que ver con mi decisión. Los últimos días de mi padre, afectado por problemas pulmonares, fueron duros. Mi papá era picador de piedra, o sea, a él lo buscaban para cortar las piedras que se utilizan para construir las viviendas de la época”.

5. Panadería en Azua
Nos instalamos en Azua de Compostela cuando llegamos al país. Allí cortamos sisal, pero también otros trabajos, siempre con honestidad, por unos pesitos. Recuerdo que estábamos en una caseta que había construido Trujillo, alrededor de ahí trabajábamos. Los pedazos de bloques que quedaron de la construcción de esas casetas los utilicé para hacer un horno. Como quería ganar más dinero, me puse a hacer pan, ya que tenía experiencia. Además, las promesas del gobierno tampoco estaban dando resultados. En los primeros quince días vendía diariamente dos sacos de harina. Me iba en un camión a buscar las provisiones muy temprano, desde el batey donde estaban todos los españoles. Cuando salía a comprar traía racimos de guineo para vender también, y los colgaba en la puerta. Si lo compraba a dos, los vendía a cuatro, porque quería ganar buen dinero. La gente siempre iba a comprarme, ya que el pan tuvo muy buena salida, todos querían el pan del “españolito”. Después de trabajar en eso algunos meses, me decidí por buscar otro tipo de trabajo. Me trasladé a Baní, donde trabajé en una carnicería vendiendo res por unos centavos. En ese negocio habíamos cinco, y a todos nos fue muy bien”.

6. Esposa e hijos, lo más valioso
Los que trabajamos en la carnicería, en Azua, nos fuimos dividiendo poco a poco. Me quedé junto a mis amigos y compadres Genaro Barrero y Alfonso Ruñada García, con quienes monté un negocio de comida y bebida llamado “El Meneo”, en Baní; donde bromeábamos diciendo que mataron a uno por feo. En ese tiempo, en el negocio conocí a gente muy buena, que me ayudó mucho. Incluso, encontré a una madre adoptiva, llamada Purina, que siempre estuvo pendiente de mí y me aconsejaba mucho. Cuando una vez fui a presentarle a mi novia, Purina me dijo: “Esa chica me gusta para ti, pobre de ti si me fallas”. Como siempre, me llevé de ella, y hasta hoy esa chica hermosa que le presenté, Juana Romero Castillo, ha sido mi esposa, con la que tengo dos hijos, Práxedes Iberia Lombardero Romero y Manuel José Ramón Lombardero Romero, ellos son lo más valioso para mí”.

7. Viaje a la capital
Tuve que salir del negocio de Baní, porque ya mis compañeros se estaban volviendo muy mujeriegos, y además por otros asuntos. Pienso que un hombre que no es formal con sus relaciones no puede sacar adelante una familia, y ellos en ese momento solo querían vivir así. Me decidí por venir a Santo Domingo y compré un colmado para seguir con el tema del negocio. Estaba ubicado en la calle 23, justo al lado del cementerio de la Avenida Independencia. En ese negocio duré mucho tiempo, luego administré junto a mi esposa una pensión amueblada, con 30 camas, ubicada en la Duarte con París. Ahí se les daba desayuno, comida y cena a los huéspedes. Esa fue la época en la que Trujillo provocó un atentando contra Rómulo Betancourt, que produjo varias sanciones, pero después llegó la decadencia de la dictadura. El tema del comercio también se vio afectado, y no nos estaba yendo tan bien que digamos. Estaba buscando ya otra cosa para hacer. En esos días, el lechero que diariamente venía a la pensión, un catalán que vivía en Villa Mella, me dijo que tenía en sus manos el negocio ideal para mí. Y se trababa nada más y nada menos que del Vizcaya”.

8. Compra del Vizcaya
La señora María Paliza y su esposo eran los dueños del Vizcaya, restaurante cuyo nombre es de origen vasco, al igual que su entonces dueña. El restaurante, que está desde 1955, fue lo que le siguió al famoso Café Paliza, muy emblemático en Santo Domingo en aquella época. A los Paliza, que estaban vendiendo el punto comercial porque se sentían asustados por todo lo que estaba sucediendo en el país tras la muerte de Trujillo, les compré el restaurante en 1962. Ellos, aunque prometieron quedarse un año acompañándome, se fueron a los pocos meses. El lugar donde estaba el Vizcaya era propiedad de don Amadeo Barletta, que construyó el espacio inicialmente para una exhibición de vehículos, porque esa era una zona estratégica, ya que estaba cerca del Aeropuerto General Andrews, donde convergían todos los puntos comerciales más fuertes de la época. Después, Amadeo Barletta tuvo que irse para Puerto Rico, salió por el problema de Trujillo también. Allá fundó la compañía Ámbar, distribuidora de Chevrolet y Nissan. Murió varios años después de nosotros negociar. La unión de las dos cocinas es el secreto de la continuidad del restaurante en el tiempo. Es decir, la española y la dominicana. A partir de ahí, el amor y el cariño de la gente que es nuestro comensal habitual en el gusto de la comida del restaurant, nos ha mantenido”.

9. RD, su segundo hogar
Aunque uno nunca olvida sus raíces, este país se ha convertido en mi segundo hogar. Al principio, cuando me decidí dejar a España pensé que encontraría un lugar más duro y con pocas oportunidades, pero poco a poco fui encontrando gente que me ayudó a mejorar mi situación. Creo que fue una recompensa por la forma en la que soy, aprendí a amar esta isla. Sin embargo, aunque tengo tanto tiempo aquí, más de la mitad de mi vida, llena de muchas alegrías, España sigue siendo mi verdadero origen, y por eso conservo mi nacionalidad. Admito que a veces, cuando iba a España, me sentía como un extranjero”.

10. Su esposa, el mejor regalo
Aparte de todas las cosas bonitas que hallé en Dominicana, el mejor regalo fue, sin duda, encontrar a mi esposa. Una vez, cuando iba a comprar frutas en el mercado, le comenté al vendedor que aunque anduviera el mundo entero de rodillas en penitencia, pidiendo una compañera como mi Juana, no aparecería. Estos casi 60 años de unión representan mucho para mí, porque nunca nos hemos abandonado, y siempre nos apoyamos mutuamente”.

Honradez
“La única forma de prosperar en esta vida es actuando conforme a la honradez. Cuando uno se somete a eso, no hay forma de perder, o que se le humille por alguna falta. Eso me ha llevado hasta hoy”.

Familia
“Con mi esposa, Juana Romero Castillo, llevo casi 60 años de matrimonio. Ella, junto a mis dos hijos, Práxedes Iberia y Manuel José Ramón Lombardero Romero, son mi todo”.

Muerte de su madre
Todavía lloro cuando la recuerdo quejarse del dolor, cuando recuerdo todo lo que tuvo que soportar”.

Vizcaya
El lugar donde estaba el Vizcaya era propiedad de don Amadeo Barletta, que construyó el espacio inicialmente para una exhibición de vehículos”.

En la mina
Cuando me correspondía ir al servicio obligatorio militar, establecido en España en aquella época, opté por trabajar en la mina”.

Matrimonio
Estos casi 60 años de matrimonio representan mucho para mí, porque nunca nos hemos abandonado, y siempre nos apoyamos”.

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