…el golpe de Estado de 1930 en República Dominicana y el ulterior acceso de Trujillo al poder absoluto deben comprenderse dentro del marco de la historia nacional, pero también en el de las grandes corrientes de crisis que atravesaron América Latina en el crucial período de entre guerras.

De los prolegómenos de este proceso de asalto al poder nos da cuenta, entre la sorpresa, la inquietud y la final empatía, el cónsul español Meruéndano en sus periódicos mensajes al Ministerio de Estado.

Las observaciones que efectúan Manuel García Arévalo y Francis Pou resultan siempre oportunas y pertinentes, porque, sin restar un ápice a la fidelidad del pensamiento del representante español, ayudan a recrear y a comprender mejor las motivaciones que impulsaron a los protagonistas de este periodo crucial de la historia dominicana. Por ello, sin duda alguna, tanto el testimonio de época del cónsul como la aportación científica de estos dos autores que han abordado la tarea de recopilar e interpretar sus reflexiones resultarán a partir de ahora referencias insoslayables para quienes quieran profundizar en los orígenes sociales, económicos, políticos y diplomáticos de la dictadura trujillista.
Eduardo García Calleja[1].

Meruéndano, sin proponérselo, hizo las veces de un verdadero cronista del acontecer nacional. Atento observador y analista informado, supo describir de manera fidedigna y con notable concisión la grave crisis política, moral y económica que asoló al país al inicio de los años 30. Como espectador directo de los hechos que narra, sus informes no tienen desperdicios.
Es la suya una redacción reflexiva, libre de formalismos, a tal punto que su forma directa, sin prodigarse excesivamente en sus comentarios, y su lenguaje llano sirvieron de referente a sus sucesores en la legación española.
Manuel García Arévalo y Francis Pou.

Los autores de la obra “La caída de Horacio Vásquez y la irrupción de Trujillo en los informes diplomáticos españoles de 1930” trabajaron arduamente con los informes del representante español en la legación española en el país. Desde su llegada a la República Dominicana se vio inmerso en una serie de sucesos políticos que culminaron con la instauración de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina. Fue testigo de excepción en los últimos días de Horacio Vásquez, especialmente de sus maniobras políticas para quedarse en el poder por encima de todo y de todos.

El Capítulo I del libro titulado “Últimos días del régimen horacista” aborda el final del gobierno de Horacio Vásquez y el golpe de Estado. Los informes de Meruéndano comenzaban con el retorno del presidente el 6 de enero de 1930, quien estaba enfermo y débil, pero con deseos de seguir en las riendas del poder. El ambiente político estaba caldeado producto de la rivalidad existente entre el vicepresidente José Dolores Alfonseca y Rafael Trujillo. Esta pugna, dicen los autores, despertó la suspicacia del diplomático español “quien llegó a inferir que la misma constituía un acto de astucia política por parte del presidente Vásquez para asegurarse su repostulación”. [2]

Los autores pasan luego a hacer referencia acerca de la incidencia política que tuvo el nuevo representante del Gobierno de los Estados Unidos, el Señor Evans E. Young, quien había venido al país en octubre de 1925 y partió en diciembre de 1929. Fue sustituido por Curtis. Destacan los autores que Young fue de los que apoyaron el proyecto continuista de Vásquez. Fue defensor de la posición de que el presidente dominicano había sido electo en base a la Constitución de 1908 que estipulaba el período presidencial en seis años y no por la de 1924 que lo establecía en cuatro. Estos hechos permitieron la reforma constitucional de junio de 1929 que restablecía la reelección presidencial.
Así, los horacistas pensaban que tenían el control del poder. Sin embargo, en febrero de 1930 se produjo el golpe de Estado de Rafael Leonidas Trujillo, el otrora hombre de confianza del presidente Vásquez. Este importante hecho político fue evaluado por el diplomático español de una manera muy objetiva. Veamos:
El General Vásquez fue elegido presidente en 1924 con general beneplácito y aclamado con entusiasmo por todo el país. Se esperaba de su administración un gran beneficio para la República y había obtenido la benevolencia, cuando no, la colaboración, de todos los partidos.

Desgraciadamente el señor Vásquez, que es hombre de gran energía, pero de escasa cultura y nula preparación, no supo rodearse de los elementos que hubieran podido aconsejarle en consonancia con las necesidades del país. Dos graves errores pueden serle y le son imputados. El primero el entregar los puestos más delicados a gentes ambiciosas y atentas tan solo a su medro personal lo cual trajo como consecuencia una inmoralidad administrativa sin precedentes aún en este país tan poco escrupuloso en estas materias; y el segundo el poner al frente del ejército nacional al general Trujillo, acusado por todo el mundo de toda clase de inequidades y de una deslealtad puesta bien de manifiesto en los últimos sucesos.
(…)
A despecho de gran parte de la opinión, reformó en 1927 la Constitución del Estado prolongando por dos años el período presidencial y hace bien pocos meses anunció su propósito de presentar su candidatura para una nueva etapa de cuatro años.
[3]
Así pues, como bien señalan los autores, en los análisis de Meruéndano se evidencia claramente el uso patrimonial del Estado por parte de los caudillos de turno que controlaban el poder y las finanzas públicas, en beneficio personal y de su clientela política. Finalizan el capítulo afirmando que el levantamiento del 23 de febrero si bien comenzó como una revuelta de carácter popular terminó siendo un golpe de Estado con apoyo militar contra un régimen legalmente establecido.
En la próxima entrega abordaremos el impacto de la crisis de 1929 en la política criolla.

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[1] Eduardo González Calleja,
Prólogo a libro de Manuel García Arévalo y Francis Pou de García,
La caída de Horacio Vásquez
y la irrupción de Trujillo en los
informes diplomáticos españoles
de 1930, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 2017.
[2] Ibidem, p. 44.
[3] Ibidem, p. 86.

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