Señor director. A menudo creemos que ya todo se ha dicho y cualquier cosa que podamos añadir, no es más que repetición de lo mismo. A veces esa repetición se hace de formas nuevas, otras resultan muy cansonas. Deduzco que no hay nada nuevo en el contenido, sino en las formas, y precisamente ese arte de manejar las formas, es lo que merece la pena desarrollar y probar.

Cuando la vida nos pone entre la espada y la pared, es cuando en verdad la valoramos. Está latente y palpable en cada respiración, pero estar a punto de perderla es lo que la hace fascinante, y despierta con mayor anhelo nuestras ansias de vivir, de hacer lo que tanto postergamos; como esa semilla dormida que de repente descubre su potencial para desarrollarse y crecer. Lamentablemente, no siempre ese descubrimiento nos da una nueva oportunidad. Precisamente de eso se trata nuestra estadía aquí, de oportunidades, aprender a vislumbrarlas, descifrarlas y llevarlas a cabo con la única finalidad de transformación y evolución.

En el ínterin se han añadido algunas emociones: negativas, como (la angustia o desesperación, las dudas y el miedo, la amargura y la decepción) y positivas como (la ilusión y motivación, la alegría y satisfacción, el gozo y plenitud interior). Si entre ambas se mantiene un buen balance emocional, o sea, si pesan más las positivas, se dice que vamos bien. Estas emociones hacen la vida tortuosa y deliciosa a la vez, entretenida y sustanciosa… ¡Valiosa!. Busquemos lo que nos da a diario un buen incentivo para vivir a plenitud, y lograr alcanzar esa satisfacción interna que nos haga sentir gozosos, y nos contagie de esa mágica sensación de alegría y libertad. Aunque creamos que estamos siendo repetitivos, enfoquémonos, no en lo que las cosas parecen ser, sino en la forma en que las moldeamos. Podemos darles la forma que queramos, es cuestión de sabiduría y de actitud.

El río sigue siendo el río, independientemente de la forma en que lo crucemos; no es igual a nado que en bote o a caballo, o cruzarlo sobre un puente. La sensación no es la misma aunque el resultado sí. Lo importante aquí no es el río (el contenido), sino cruzarlo y la sensación que nos produce (la forma).

Nos han inculcado enfocarnos en el contenido y obviar la importancia de lo demás. Si hacemos la interpretación anterior, lograríamos a cabalidad nuestra misión, que no sería enfocarnos en el obstáculo, sino en cómo derribarlo, sobrepasarlo o convertirlo en nuestro aliado. En lugar de quedarnos mirando el río como un obstáculo, busquemos la forma de cruzarlo y seguir avanzando. Debemos ser toda percepción e intuición, hacer silencio interior, y así escuchar ese sin igual sonido de nuestra voz, que susurra con delicadeza y a veces con más intensidad y agudeza, haciendo hincapié en nuestra misión, en ese fluir evolutivo de la creación. Esa voz nunca será más de lo mismo, es siempre novedosa, plena de sabiduría y amor para salvaguardarnos, y asegurarse de que completemos satisfactoriamente nuestra transformación.
Idalia Harolina Payano Tolentino
Ciudadana

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