Al Horford, el peor pelotero

No sé por qué muchas personas reaccionan indignadas cuando ven a otras con ácidas críticas en contra de Al Horford, el dominicano de los Celtics de Boston en la NBA. Las primeras se preguntan cómo es que las segundas vilipendian con dureza a alguien que representa la dominicanidad en suelo extranjero.

No sé por qué muchas personas reaccionan indignadas cuando ven a otras con ácidas críticas en contra de Al Horford, el dominicano de los Celtics de Boston en la NBA. Las primeras se preguntan cómo es que las segundas vilipendian con dureza a alguien que representa la dominicanidad en suelo extranjero.
Carece de sentido, suelen decir los admiradores del quisqueyano. Pero la realidad es que pocas cosas tienen sentido en el mundo de hoy.

Horford es una estrella en la NBA. No importa.

Horford es probablemente el jugador más importante de los Celtics. No importa.

Horford está casado con una dominicana, que además es una ex miss universo. No importa.

Horford (ficticio) metió anoche 25, tomó 15 rebotes y dio 8 asistencias, con dos tapones. No importa.

Haga lo que haga, las críticas no cesan. Nada vale. Los detractores parecen aumentar conforme se eleva su impronta en la liga estadounidense.

¿Qué importa? Simple. Jugar para la Selección Nacional de Baloncesto. Ese es el remedio para todos sus males. Esa es el agua que limpiará sus pecados, al menos desde el punto de vista de la horda que no le perdona el ‘no’ a la escuadra quisqueyana en 2013 cuando jugó el Premundial de Venezuela y clasificó a la Copa del Mundo de 2014 en España, un evento en el que Al repitió ausencia.

Este es el origen. Desde ahí comenzó esta animadversión que se ha perpetuado en el tiempo con la ayuda del propio jugador, quien casi seis años después no ha vestido la casaca tricolor y se ha dejado ver poco por el país.

Si me preguntan, diría que esto es absurdo. Y también que la gente tiene sus villanos favoritos. Cada cierto tanto esbozo esto último y mis pensamientos siempre terminan en el Clásico Mundial de Béisbol, un certamen en el que los ‘no’ abundan silvestre. Ningún santo ha caído de su altar en cuatro versiones de esta justa. Nadie tan crucificado y satanizado como Al Horford. Este fenómeno, sin dudas, es digno de analizar y hasta me hace titubear de mi propia ‘teoría del rechazo’. Entonces recuerdo que por algo el béisbol es el deporte rey en República Dominicana.

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