Para Russell “todas las sumisiones tienen sus raíces en el miedo, sea humano o divino el caudillo a que nos sometamos”. Y en medio de la crisis los caudillos se imponen por tener la agresividad y el don de mando necesario en el momento, y una “confianza excepcional en sí mismos (…) que penetra profundamente en lo subconsciente” (p 20).

Esta confianza en sí mismos se produce de varios modos, según el destacado filósofo inglés. Una es por haber heredado una situación de mando. Según Russell, “el hábito del mando hace más fácil conllevar las responsabilidades y adoptar decisiones rápidas. Un clan que sigue a su jefe hereditario actúa probablemente mejor que si elige su jefe echado a la suerte”. (p. 20).

Aunque esta situación no garantizaba buenos resultados en el reino o gobierno por la falta de experiencia en la administración pública que tenían muchos reyes antes de acceder al trono y la natural vanidad de quien ha podido hacer realidad todos sus caprichos.

Otros caudillos han surgido en situaciones revolucionarias. “Consideremos por un momento las cualidades que dieron el éxito a Cromwell, a Napoleón y a Lenin. Los tres dominaron a sus respectivos países en tiempos difíciles y se aseguraron el servicio voluntario de hombres capaces que no eran sumisos por naturaleza. Los tres tuvieron un valor y una confianza en sí mismos ilimitados, combinados con lo que sus colegas consideraban como un juicio seguro en los momentos difíciles”, (p. 21).

Pero Russell los divide en dos tipos diferentes de caudillos, para él “Cromwell y Lenin eran hombres de profunda fe religiosa que se creían los ministros designados para una empresa extrahumana. Por lo tanto, su deseo de poder les parecía indudablemente justo y se preocupaban muy poco de las recompensas que el poder trae consigo –como el lujo y la comodidad- que no pueden armonizarse con su identificación con el objetivo cósmico”.

Esa fe en su causa, unida a una gran capacidad de trabajo les dio “el valor y les permitió inspirar a sus seguidores la
confianza en su dirección”.

Napoleón, en cambio, era “el ejemplo supremo del soldado de fortuna”. Que tenía una fe ciega en su buena estrella, la cual lo llevó a la cúspide y, finalmente, a su caída.

Según Russell, el éxito de Napoleón “se debió no tanto a cualidades excepcionales de carácter como a su habilidad técnica en la guerra: cuando otros hombres hubieran sido derrotados él salía victorioso”. También a una capacidad presente en todos los caudillos de hacer suyo los lauros por las victorias de otros. “En los momentos críticos, como en el 18 Brumario y en Marengo, dependió de otros para el éxito; pero tenía dones espectaculares que le capacitaban para apropiarse de lo que realizaban sus ayudantes”.

También están los caudillos de enorme codicia, que procuran el poder solo para agenciarse recursos económicos y que aseguran la lealtad de sus seguidores y súbditos, como “los generales romanos, durante los últimos cien años de la República, (…) distribuyéndoles tierras y tesoros”.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas