Con un buen maestro basta

Con el título “Escribir, leer y aprender en la universidad”, Paula Carlino, psicóloga argentina, pone en el tapete el tema más sentido de la historia de la educación regional actual: la Alfabetización Académica

Con el título “Escribir, leer y aprender en la universidad”, Paula Carlino, psicóloga argentina, pone en el tapete el tema más sentido de la historia de la educación regional actual: la Alfabetización Académica. Con ella, la autora propone que los docentes de todos los niveles y orientaciones se ocupen de la alfabetización académica; esto es, que integren la producción y el análisis de textos en la enseñanza, para que los universitarios accedan a la cultura específica de cada disciplina. Hasta aquí la cosa va bien, y hasta me atrevo a decir que casi estoy de acuerdo con sus postulados, salvo dos de ellos que creo faltan a la real intención de un acto educativo.

El primero tiene que ver con el número de estudiantes que debe tener un maestro en cada curso- clase. Afirma que un acto de aprendizaje no es posible si el grupo sobrepasa a los quince miembros, aquí está mi cuestionamiento: ¿Es la cantidad de estudiantes que tiene un profesor en sus clases lo que determina los resultados de los mismos? Me atrevo afirmar que no. Lo que necesita el grupo es un buen profesor, que asuma sus responsabilidades, cónsonas con lo que aspiran las autoridades educativas, haciendo su labor dinámica, y él convertirse en fuente de inspiración para cada alumno que tiene en el espacio de formación, por no mencionar aula. El aula es lo que menos importa.

Un buen profesor construye las oportunidades al ofrecer espacios de aprendizajes a sus alumnos, presentando una variada y nutrida gama de experiencias, de amplio alcance y que trascienda las vivencias del aprendiz. Abre mentes ofreciendo oportunidades que favorezcan un pensamiento libre, fomentando ideas en donde se formulen preguntas, promoviendo la experiencia de que los aprendices se equivoquen, y que asuman sus riesgos, así los estarán preparando para la vida y para las virtudes humanas. Con las experiencias compartidas con ese dinamismo, da lo mismo tener quince o cien almas en las aulas, al fin los aprendizajes autónomos se apoderarán de ellos, y el profesor solo será un mediador entre el estudiante y su autoaprendizaje.

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