Parece que en la naturaleza humana los inicios en el calendario tienen magia, despiertan un interés inusual, nos hacen planificar lo que queremos ser y no hemos podido o lo que intentamos alcanzar sin los frutos anhelados. “Planificar” nos resulta más cómodo que “hacer”.

Los lunes, por ejemplo, son los días elegidos para empezar a hacer ejercicios, llevar una dieta adecuada y de una vez y por todas esforzarnos por mantenernos sanos de mente y cuerpo. “Desde que arranque la semana me ocuparé como Dios manda de mi fe, leeré más y trotaré como un keniano”, me he dicho mil veces.

Igual ocurre con el primer día de cada mes, donde proyectamos desde ahí lo que haremos o cambiaremos. Y, como es comprensible visto lo anterior, en nuestra cultura el cierre del año lo percibimos como el fin de una etapa de nuestras vidas, como agua pasada que no mueve molinos; mientras que el año nuevo es un renacer, una esperanza, un sueño. Estas percepciones varían de intensidad dependiendo de cada uno.

En todo período nos ocurren cosas buenas y malas, de las que somos responsables por comisión u omisión. Nuestras conductas definen generalmente los resultados. Dentro de nuestras limitaciones, debemos siempre aspirar a ser buenos ciudadanos y a cumplir con nuestros deberes. Eso nos llena de paz. Aquí radica la verdadera riqueza.

Sugiero en esta época cuestionarnos en seis áreas vitales: la espiritual, la familiar, la de servicio a los demás, la relacionada con la amistad, la laboral y la de superación personal por medio del estudio. Así las cosas, me permito hacer algunas preguntas.
Si teníamos metas el año pasado: ¿Fueron las mismas logradas? ¿En qué tuvimos éxito? ¿En qué fallamos? ¿Cuáles fueron las razones para nuestros triunfos y nuestras derrotas? ¿Qué debemos hacer o no hacer? ¿Cuál debe ser nuestro comportamiento en determinadas circunstancias? ¿Fue adecuada la forma en que enfrentamos las adversidades y en la que nos comportamos con las victorias?

Busquemos en esta Navidad nuestros momentos de soledad, quizás mejor en un ambiente natural, sin bullicio, y pensemos cómo podemos ser mejores personas en el año 2018 y la manera más adecuada de ayudar y comprender a los demás, especialmente a los que están a nuestro lado, que de esos no pocos se olvidan.

Y estemos seguros de que nuestro avance como personas redundará, en alguna medida, en tener una patria más justa. Aprovechemos la Navidad para encontrarnos a nosotros mismos y para ser útiles al prójimo. Y que nos mantengamos así durante todo el año que pronto llega y más allá, que ahí está el detalle, en lo poco perseverantes que muchos somos.

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