En Francia, cuando presidía François Hollande, renunció un ministro por diferencias con el manejo político del Ministerio que dirigía, y al salir del Elíseo, lo hizo montado en el vehículo en que había llegado: su bicicleta. La crónica de “El País”, periódico español, lo reseñaba como algo natural. Yo abrí los ojos, no podía creer lo que leía. Algo así es, simplemente, imposible en nuestro país.

El atraso político e institucional francés no le permite ver que “los representantes del Estado” deben andar en buenos vehículos –mientras más caros mejor- y, demás está decir, con una escolta gigantesca.

Ese atraso es extensible a toda Europa, y parece no tener remedio. Es genético. En Roma, aun siendo un imperio, sus primeros “senadores” eran campesinos que araban la tierra, “uncían sus bueyes y sembraban la simiente o segaban las espigas”, “como todos los demás” (Montanelli: Historia de Roma, 36).

No había diferencias notorias entre estos y cualquier otro romano. No solo en el trabajo y el vestir –el mismo vestido para todo el año- sino también en sus residencias: “cabinas de barro construidas confusa y desordenadamente, con una puerta para entrar en ellas, pero sin ventanas y una sola estancia donde comían, bebían y dormían todos juntos…” (Montanelli. 36).

Siglos después las cosas no son tan distintas. No entienden que siendo el Legislativo el primer poder del Estado, compuesto por verdaderos representantes del pueblo, no es posible que estos anden en “bicicletas” ni en vehículos baratos, pues no muestran poder, ni derrochan, ni parecen superiores, como dechados de virtudes supremas (y al pueblo le gusta eso).

También los funcionarios y legisladores franceses renuncian por cualquier “quítame esa paja”. Cómo es posible que al actual presidente Emmanuel Macron le renuncien dos ministros “por sendas investigaciones por presuntas conductas irregulares”. Uno de estos, Richard Ferrand, mano derecha del presidente francés durante la campaña, “por sospechas de nepotismo”. Y Sylvie Goulard, quien fuera ministra de Defensa, “por posibles irregularidades en el pago de los sueldos de sus asistentes cuando era eurodiputada”. Y esa sospecha “podría arrastrar a más ministros”.

¡Qué locura! Si el nepotismo en países avanzados como el nuestro es ley, como debe ser. Y el pago de sobresueldos, viáticos, dietas, barrilitos, comisiones, gastos de representación, etcétera, es el “abece” de nuestro accionar político.

Pobres legisladores y ministros franceses, deberían copiar de nuestros representantes, a ver si aprenden. No saben que al pueblo le gusta el lujo y dispendio que hacen los legisladores de sus impuestos.

Por estas y otras razones los ministros y legisladores europeos han sido el motor del declive continental, mientras los nuestros impulsan el desarrollo. Además, aquellos chantajean a sus partidos y a su gobierno, los nuestros solo representan al pueblo.
Los atrasados europeos son capaces de todo, incluso de conspirar y apuñalar a la entrada del senado al mismo César, no tenían sentido de la historia ni temor por el juicio de la posteridad, los nuestros “sí” saben de eso y les importa. Y mucho.

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