Desde el siglo XIX, hemos tenido en el país esta enfermedad con carácter endémico; esto es, que se encuentra regularmente en el país, aunque ocasionalmente produce brotes epidémicos. En las ocasiones en que la epidemia ha florecido, la población infantil, y de acuerdo a lo escrito por el doctor Rafael Miranda, es la más afectada. En el 1891, en Puerto Plata se reportaban casos de difteria en los meses de noviembre y diciembre.

Ese brote se convirtió en epidemia, afectando en 1892 la ciudad de Santiago, y para finales de ese año llegó a la ciudad capital. Eso motivó varias publicaciones de la entonces Asociación Médica de Santo Domingo, fundada en el 1891 ( hoy Colegio Médico Dominicano), y presidida por el doctor Juan Alfonseca.

La Sociedad fue muy activa recomendando el aislamiento de los enfermos y la desinfección como medidas de manejo de la situación.

En un esfuerzo conjunto con el Ayuntamiento de Santo Domingo, se formó una comisión en la que participaban además del doctor Alfonseca, los doctores Garrido, Henríquez y De Castro.

Además de las medidas antes descritas, se encontraba esporádicamente el país el suero antidiftérico, que daría lugar en el tiempo a la aparición de la vacuna antidifterica.

En 1897, la enfermedad atacó la ciudad de San Cristobal, en el mes de septiembre y afectó al niño Rafael Trujillo Molina. Llamaron para atenderle a un médico recién llegado de La Habana, y de origen español, el doctor Miguel Brioso y Bustillo.
El paciente entró en gravedad, y el doctor Brioso pidió la colaboración del doctor Ramón Báez, para atenderle, y se decidió utilizar el suero antidiftérico, que consiguió el señor Felix Piñeyro.
Sin embargo, el suero era antiguo y no funcionó adecuadamente, por lo que utilizando los contactos del doctor Brioso, se pidió a La Habana, Cuba, suero al Laboratorio Bacteriológico Cubano, dirigido por los doctores Dávalos y Acosta.

Relata el doctor Rafael Miranda, en su “Historia de la Medicina”, que “fue tan severa la enfermedad del niño, que los familiares habían pedido al Padre Marcelino Borbón, que estuviera siempre cerca por el cuadro de gravedad del pequeño. También relata Miranda las cartas de gratitud escritas por los padres del niño, agradeciendo al Padre y compartiendo su regocijo”.

El doctor Miguel Brioso Bustillo, graduado en la Universidad de Madrid, ejerció y murió en San Cristóbal.

En su honor, en el 1958, al inaugurarse el Hospital de la Fuerza Aérea Dominicana, en San Isidro, se le puso el nombre de Brioso.
En el 1905, los doctores Ramón Báez y Narciso Alberti, intercambiaron varias cartas públicas sobre la cuestión de la difteria. En el 1928, en la memoria anual de la Secretaría de Sanidad, se registraron 12 muertes por difteria, y se describían las actividades de las brigadas sanitarias en la lucha contra la difteria.

En los reportes de los distintos hospitales, el Hospital San Rafael, en Santiago, reportaba el mayor número de casos. En los años de 1933 y 1934, se realizaron vacunaciones en masa a la población infantil, y de acuerdo a lo escrito por el doctor Rafael Miranda, se logró inmunizar a más del 90% de la población infantil en el país. En las memorias de Salud Pública del 1949 y 1950, no se reportan epidemias de difteria en el país.

Es de resaltar que desde mediados de la década del 1940, los pediatras dominicanos regularmente administraban la vacuna triple, que contenía la antidiftérica, y que las medidas sanitarias durante la dictadura exigían el reporte de los casos de difteria y la administración de la toxina antidiftérica. Según la OPS, en nuestro país, entre 1997 y 2000, se detectaron 145 casos de difteria, con 36 defunciones, por lo cual se han realizado varias campañas de vacunación para prevenir esta enfermedad.

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