No pocas personas se hacen la pregunta que aparece en el título. Dado el estrecho vínculo que hay entre el empleo y el bienestar, la aspiración por una sociedad sin privaciones materiales fundamentales remite al tema de cuáles serían las actividades que podrían expandirse de tal forma que generen empleos de calidad en cantidad suficiente que hagan la diferencia, y cuáles serían las políticas que deberían impulsarse para estimularlas.

Las respuestas del pasado

La verdad es que no hay respuestas fáciles a esas preguntas. Hace pocas décadas, la directa y sin titubeos era: las manufacturas. Siguiendo el ejemplo de las economías más industrializadas, muchos países en desarrollo se abocaron al sector industrial, en ese momento inexistente. Aunque el esfuerzo logró diversificar y modernizar el aparato productivo, en la mayoría, el esfuerzo se agotó rápidamente, y no terminó creando industrias resilientes ni capaces de competir en los mercados mundiales. En unos pocos países, sin embargo, notablemente en Asia, sí se logró.

En el pasado reciente, la respuesta a la pregunta era: en actividades donde existan ventajas comparativas, es decir, sectores que sean competitivos en un contexto de una economía abierta y con reducida intervención pública. Esos sectores serían los que usan intensivamente los recursos que son más abundantes en la economía, y por lo tanto, los más baratos. En muchos países en desarrollo, esos recursos eran trabajo poco calificado y recursos naturales, y en la República Dominicana, las actividades que se suponía debían de crear los deseados empleos eran el turismo y las manufacturas ligeras de zonas francas. Los cambios tecnológicos y la apertura comercial que permitieron que muchos procesos fabriles pudieran relocalizarse a nivel global buscando factores baratos como el trabajo, creando redes globales de producción y moviendo trabajo industrial poco calificado desde países de mayores salarios a otros de remuneraciones más reducidas, fueron determinantes. Los países que más aprovecharon esa dinámica y que mejor la capitalizaron fueron los de Asia. En otros como el nuestro, apenas sirvió para algo más que “rebotar” de la crisis de los productos primarios. La emergencia de las zonas francas y el turismo contribuyó a aliviar la situación del empleo. Sin embargo, el empuje fue notablemente insuficiente.

El cambio de contexto

En la actualidad, el cambio en el contexto y el aprendizaje del pasado obligan a respuestas distintas. Los cambios tecnológicos están profundizando la desindustrialización. Eso significa que los procesos de transformación física de las mercancías se están haciendo cada vez más con menos intervención de las personas, que la productividad es cada vez mayor, y que muchas ramas de la producción se están robotizando. Más aún, muchos servicios que tradicionalmente requerían la participación directa de las personas y que implican operaciones estandarizadas y predecibles, están siendo provistos por máquinas que funcionan con algoritmos.

Esto supone que cada vez menos personas participan directamente en la producción. En paralelo, la preproducción, por ejemplo, las actividades de investigación y desarrollo como el diseño, y la postproducción como la distribución, el mercadeo y las ventas, se han vuelto mucho más importantes.

Esto implica que el empleo industrial tradicional, que envuelve esfuerzo físico, continuará perdiendo peso, ahora de forma más acelerada, y que el trabajo como lo entendimos en la mayor parte del Siglo XX, está en franco declive. Con ello, se debilita la idea de una industrialización que creará los deseados “empleos formales tradicionales”, en países ricos o pobres, por lo menos en cantidades suficientes como para producir bienestar general.

En los países en desarrollo como República Dominicana, esa lectura apunta hacia la idea de que replicar la industrialización experimentada en el sudeste de Asia tiene hoy nuevos límites. Ya no sólo aquellos derivados de los arreglos comerciales como los acuerdos de libre comercio que han reducido las barreras comerciales y restringido la capacidad de proteger los mercados y apoyar a las empresas y a las exportaciones. Se enfrentan además a una contracción “natural” en espacio de crear empleos a través de las industrias.

El contexto y el empleo

Son muchos los factores que inciden en que el crecimiento económico, en la forma que tome ese crecimiento, y en los empleos que cree así como en la calidad de éstos. Pero para una economía pequeña como la dominicana, hay dos factores que son muy relevantes.

Primero, la forma en que se inserta y se relaciona con la economía internacional, y los espacios que ella es capaz de encontrar en los mercados globales y los roles que pueda jugar. Esto implica no sólo lo que exporte y cómo produzca lo que exporte, sino también como sus empresas se relacionan con otras en el mundo, y cómo participan y forman parte de las redes globales de producción. Además de que las exportaciones de bienes y servicios tienen mucho peso en la economía, y contribuyen de forma determinante a la disponibilidad de divisas para consumir y crecer, inciden en las posibilidades de crecimiento y de creación de empleos en otros sectores.
También implica lo que pueda producir compitiendo con las importaciones. La posibilidad de producir esos bienes y el cómo hacerlo determina el espacio con que esas actividades cuentan para crecer y crear empleos.

Como ya se discutió arriba, el espacio para crear empleos “capturando” actividades manufactureras se irá reduciendo. Eso obliga a buscar los nichos donde todavía hay posibilidades, y a aprovecharlos al máximo, agregando el mayor valor posible. Por ejemplo, todavía podemos exportar prendas de vestir. El reto es no sólo ensamblarlas sino también diseñarlas o tratar las telas. Hay ejemplos exitosos en el país de esto. Al mismo tiempo, hay que pensar en actividades distintas a las manufactureras vinculadas a los servicios para la producción y el consumo final, así como bienes primarios a los que se le pueda agregar valor.

Segundo, depende también de la forma en que otros sectores de la economía se relacionan con las actividades vinculadas al comercio internacional. Mientras más densos sean los tejidos económicos entre las empresas no exportadoras y las exportadoras, mayor sería la incidencia del comercio internacional en la producción y el empleo porque los impactos se transmitirían al resto. Las empresas que venden a empresas exportadoras se convierten en exportadoras indirectas, multiplicando el efecto en la producción y el empleo. Ciertamente, esos vínculos valen para lo bueno (cuando hay expansión) y para lo malo (cuando hay declive).

Algunas posibles respuestas

Hay que admitir que hay mucho de especulación en decir cuáles actividades podrían descollar y crear los empleos que buscamos. Pero en ese contexto se puede pensar en cinco.

Primero, el turismo, el cual seguirá creciendo a largo plazo por la disponibilidad de atractivos para los y las visitantes. Aunque éste no genera muchos empleos directos, los encadenamientos con empresas nacionales son altos, y hay espacio para que crezcan más. La capacidad de arrastre del turismo es notable, y si se diversificara la oferta (más allá de las playas y el “todo incluido”) podría ser mayor. Hay que explotar más y mejor el potencial del turismo.

Segundo, manufacturas específicas que forman parte de cadenas globales de producción. Las manufacturas de zonas francas como los dispositivos médicos y los productos eléctricos son ejemplos, y una de sus funciones es generar muchos empleos formales, aunque de bajos salarios. El reto es encontrar los nichos, los eslabones en donde podemos participar con éxito, pero especialmente donde podamos aprender y escalar en términos tecnológicos para estar en capacidad de hacer procesos más complejos y rentables, que requieran empleados más calificados y mejor pagados.

Tercero, cadenas agroindustriales, porque el clima y la dotación de tierra nos ayudan. La producción y el procesamiento de alimentos es un área en la que hay espacio para hacernos más productivos, crecer, ser más competitivos y generar empleos. Las trabas principales son el rezago tecnológico en el agro, las restricciones de recursos que enfrenta la pequeña producción para incorporarse al proceso, los problemas de inocuidad, y las debilidades de las normativas de calidad.

Cuarto, servicios para la exportación, tanto de consumo final como en apoyo a procesos productivos y que todavía dependan del trabajo humano. Los call centers y BPO (Business Process Outsourcing, externalizarían procesos de negocios como contabilidad, registros, etc.) son un ejemplo. Nueva vez, la cuestión es crecer y avanzar hacia tareas más complejas y demandantes de calificación.

Quinto, manufacturas con posibilidades de exportación a la región que permitan explotar economías de escala y ventajas de distancia. Como el agro, la industria manufacturera dominicana tiene espacio para crecer hacia mercados cercanos y crear más puestos de trabajo formales, si mejora la calidad de los productos y si contase con los prometidos servicios de apoyo a la exportación.

Seguramente hay más opciones pero estas son algunas de las más obvias.

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