Ser ciclista: ¿asunto de vida o muerte?

La leyenda mundial del ciclismo, el suizo Fabian Cancellera, escribió: “Todo sucedió tan rápido. Alguien golpeó los frenos y no hubo ninguna otra manera, más que ir directo hacia eso”. El gran deportista había sufrido un accidente, aunque se recuperó y continuó su carrera de éxitos.

La leyenda mundial del ciclismo, el suizo Fabian Cancellera, escribió: “Todo sucedió tan rápido. Alguien golpeó los frenos y no hubo ninguna otra manera, más que ir directo hacia eso”. El gran deportista había sufrido un accidente, aunque se recuperó y continuó su carrera de éxitos.

Otros ciclistas, profesionales o no, no han tenido igual suerte. En los últimos años, solo en la ciudad de Santiago, conozco 5 ciclistas que perdieron la vida pedaleando en las carreteras. Tres de ellos por accidentes, dos por problemas cardíacos. Eran jóvenes valiosos, gente buena, todos con un gran futuro por delante.

Los que viajamos con frecuencia, observamos a ciclistas recorriendo nuestras autopistas y calles, cada uno ejercitando su cuerpo y su alma. Participan en diversas modalidades, entre ellas, ciclismo de ruta, de pista y de montaña; ciclo-cross, BMX, cicloturismo y ciclismo urbano.

A lo anterior se agrega que la bicicleta es un excelente medio de transporte, en especial porque ayuda a la salud, cuida el medio ambiente y resulta más económico.

Algo que me impresiona es la unión que tienen nuestros ciclistas. La solidaridad se siente en cada tragedia. Muchos pertenecen a grupos muy bien organizados, con personalidad jurídica. Desde allí coordinan actividades y promueven el desarrollo de las cualidades físicas y morales de sus miembros, en un ambiente de armonía y fraternidad. Son espacios agradables y nobles, que de alguna manera los he vivido.

Lo triste es que en países pobres como el nuestro, ser ciclista es un riesgo mayor, reconociendo que, incluso, en naciones desarrollas el problema persiste. Por ejemplo, en España han muerto por accidentes en las carreteras más de 400 ciclistas en la última década, muchos provocados por conductores ebrios o drogados.

Iniciemos por la educación, concientización y formación de quienes van al volante. Hace meses, en un país centroamericano, las autoridades lanzaron una campaña bajo el lema: “Yo respeto al ciclista, también los esperan en casa”. Allí pedían a los conductores establecer una distancia de 1.5 metros entre el vehículo y el ciclista. Es una idea que podemos asumir con el apoyo de los ministerios de Obras Públicas y Deportes, de los ayuntamientos y de los medios de comunicación.

Además, construyamos, bicisendas, que son carriles en las vías públicas exclusivos para bicicletas. De aquí se desprende que los automóviles, camiones y motocicletas tienen prohibido circular por allí. Del mismo modo, incentivemos una cultura para el uso de las bicicletas, y abaratemos sus costos, empezando por la exención de impuestos para bicicletas “populares”.

Que ser ciclista no sea un asunto de vida o muerte, sino de diversión con seguridad. Podemos lograrlo, es un asunto de voluntad.

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