Crónicas de la risa

La risa libera al aldeano del miedo del diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo aparece pobre y tonto, y, por tanto, controlable […] Cuando ríe, mientras el vino gorgotea en su garganta, el aldeano se siente amo, porque ha…

La risa libera al aldeano del miedo del diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo aparece pobre y tonto, y, por tanto, controlable […] Cuando ríe, mientras el vino gorgotea en su garganta, el aldeano se siente amo, porque ha invertido las relaciones de dominación.

UMBERTO ECO
(El nombre de la rosa)
Una importante cualidad de la risa en la fiesta popular es que escarnece a los mismos burladores. El pueblo no se excluye a sí mismo del mundo en evolución. También él se siente incompleto; también él renace y se renueva con la muerte.

MIJAIL BAJTIN
(La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento)

Ningún período histórico puede ser representado y comprendido de un modo tan perfecto, en su intimidad, como el de la comedia ática. Sólo la comedia nos permite ver la formación de la vida espiritual meditada como un proceso social. Comedia y tragedia se complementan, se equilibran, así como la seriedad y la risa representan los extremos en la gradación del alma.

Sócrates, Platón y Aristóteles, con distintas palabras y en diferentes aplicaciones, reconocen esta integración necesaria entre la poesía trágica y la cómica. Platón hace decir a Sócrates, al final del ‘Simposio’, que el verdadero poeta debe ser, simultáneamente, trágico y cómico (exigencia que el mismo Platón satisface al escribir, uno tras otro, el ‘Fedón’ y el ‘Simposio’).

La tragedia, de modo general, refleja la inclinación de las naturalezas nobles a imitar los hechos y destinos preeminentes, a emular el ejemplo de los grandes hombres. La tragedia contempla lo sustancial y eterno. La comedia, en contraste, se inclina a observar lo contingente, lo circunstancial: lo netamente histórico. La comedia nace de la incoercible tendencia popular hacia el realismo y la observación crítica. “Espejo de la vida” la llamaron los antiguos. “La comedia —dice Werner Jaeger— es la más completa pintura histórica de su tiempo. Ningún género de arte o de la literatura puede, en este sentido, serle comparado”.

La comedia ática se construye con elementos venidos de muchas direcciones: el ‘komos’ y la borrachera dionisíaca, las burlas plebeyas y campesinas, los disfraces animales, las danzas y canciones fálicas. La mayoría de los cómicos de Atenas se queda en el nivel del costumbrismo satírico, muy sazonado de payasadas.

Será Aristófanes, desde la comedia, quien compita con la poesía trágica en cuanto a la ambición de educar y orientar al pueblo por medio de la escena, proponiéndole utopías y modelos ideales. Todo esto sin abandonar la polémica sobre la conducta del Estado y sus dirigentes, y sin amainar su sátira sobre los objetivos generales de la política, la cultura, la educación y el arte.

En Atenas, la función censora pertenecía a la comedia. Esta circunstancia es la que otorga al ingenio de Aristófanes la insólita seriedad que se oculta detrás de sus máscaras jocosas. Con Aristófanes la comedia adquirió nuevas tareas. Así era: censurar, cuando lo consideraba justo, no sólo a los individuos, no sólo ésta o aquella actividad política, sino la orientación general del Estado o el carácter del pueblo y sus debilidades. Por otro lado: controlar el espíritu de la masa y tender la mano a la educación, a la filosofía, a la poesía y a la música. Desde Aristófanes, la comedia se convierte en una de las grandes fuerzas educadoras de su tiempo.

Aristófanes hace sátira política. Harto conocida es su crítica constante de la democracia. Su lucha es disputa de principios. No otorga a la víctima (como Cratino, que llamara al gran Pericles “Zeus el de la cabeza de cebolla”) ningún mote afectuoso o sutil. La crítica de Aristófanes a Cleón viene de lo alto, y cae como una roca. Tras la súbita y desventurada muerte de Pericles, tras la pérdida de su caudillaje distinguido y preclaro, las calificaciones de Aristófanes son demoledoras contra Cleón, el ordinario curtidor cuya vulgaridad contamina ya la totalidad del Estado.

Aristófanes es un tradicionalista, un conservador, e impugna las formas y los contenidos de la “nueva educación”. En ‘Las Nubes’ se revela cuán profunda es la aversión del poeta contra Sócrates y la nueva orientación del espíritu. En el final de ‘Las Ranas’ demuestra, de igual modo, que Sócrates encarna el prototipo de un nuevo espíritu que mata el tiempo con abstrusas, sofísticas y minuciosas sutilezas, en tanto desdeña los valores insustituibles de la música y la tragedia. Cuando Aristófanes defiende la tragedia contra Sócrates y la ilustración racional, estará Eurípides, como enemigo, a sus espaldas. Con Eurípides penetran al drama, a la alta poesía, las nuevas corrientes espirituales; y la crítica de Aristófanes contra Eurípides se convierte casi en una persecución.

“Tú has destruido todo esto. Has disfrazado a los reyes de mendigos andrajosos… Los has enseñado a disputar y a charlar…, has despoblado los gimnasios… has inducido a los marineros a sublevarse contra sus superiores”. Palabras que reflejan las miserias de la actualidad política, y de las cuales hace Aristófanes responsable a Eurípides. La lucha en torno a la educación conduce a Aristófanes a una lucha en torno a la tragedia.

Pero la misión de la poesía es, en definitiva, la salvación del hombre. Orfeo nos enseña a luchar contra el homicidio; Museo, contra la enfermedad; Hesíodo, contra la perversa indolencia; Homero, contra la flaqueza y el temor. En ‘Las Ranas’, Dionisos recupera a Esquilo de las tinieblas del Hades y le pide: “Salva a la ciudad con sanos consejos y educa a los necios que son infinitos”.

Los extremos se tocan. La comedia deviene en tragedia. Las energías de la Paideia, como florescencia espiritual del pueblo griego, alcanzan su punto culminante.

Aristóteles, años más tarde, lo dirá francamente: el hombre es el único animal que ríe.

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