Oda a Santo Domingo

ISanto Domingo de Guzmán, o simplemente Santo Domingo, es una gran ciudad, con visos de modernidad y un descontrolado crecimiento, alegre y horizontal. Posee grandes edificios, con plazas descomunales, esencialmente en…

I

Santo Domingo de Guzmán, o simplemente Santo Domingo, es una gran ciudad, con visos de modernidad y un descontrolado crecimiento, alegre y horizontal. Posee grandes edificios, con plazas descomunales, esencialmente en su polígono central.

Donde la vida parece otra, protegidos por los muros de su riqueza. Como una oveja mansa, rodeada de fieras.

Santo Domingo es una gran ciudad, con una larga historia donde convergen varios mundos. Por ello es bullanguera, apetecible y luminosa, solidaria y plural. A veces, incluso, es motivadora y siempre radiante, pero sin extremos. Una urbe olorosa a flor tierna de un bosque abierto, que enciende la llama del romanticismo y mueve aún alocadas pasiones, como enamorados al primer encuentro.

Santo Domingo es una gran ciudad, fluida y sincera. Capaz de susurrarnos al oído y encender nuestros corazones, en una tarde tranquila, en una noche febril. Una gran ciudad, no gigante, pero cosmopolita, lúdica siempre, atractiva al desconocido e inolvidable para quien la prueba, deparándole un lujurioso placer.

II
Santo Domingo, a veces, duerme tranquila a orillas del Caribe. El mar le moja las plantas, le mueve las palmas. Y pasa las tardes abrazada al sol. Y aun con el calor infernal no se modera nuestro ánimo, no se engañan nuestros corazones ni se aquieta nuestro espíritu.
Santo Domingo es una gran ciudad, quizás díscola y esquiva. Nada apacible, muchas veces agresiva con el transeúnte, el envejeciente; con el niño que pide en la esquina o con la madre pobre y desesperanzada. Mas, aún así, no deja de ser una gran ciudad, aunque plagada de limitaciones espirituales, éticas, económicas, medioambientales, sociales, y un largo y eterno etcétera.

Santo Domingo es una gran ciudad, pero ya no tiene poetas. Ha sido dejada sin inspiración, vaciada de sentidos, alejada de la solidaridad. Y mantiene un odio ancestral escondido debajo de la piel. Una gran ciudad, sin dudas, pero esquilmada, abusada.
Con enemigos por todos lados, que no creen en ella, que no la sienten.

Santo Domingo es una gran ciudad, contaminada en todos los órdenes, y con una vida hueca, y con una luz tenue. Desapasionada, desarraigada. Es lo más parecido a un paraíso, pero inhumano, perdido, desértico y fugaz.

III
Santo Domingo es una gran ciudad, pero ya no apacigua el ánimo, ni aviva pasiones solidarias ni amores furtivos en la esquina del barrio. Es una ciudad moribunda. Algo loca. Bullosa y procaz.

Santo Domingo es una gran ciudad, pero quimérica. Números y datos son su fortaleza, odios y temores su combustión. Es una gran ciudad, pero pronto será inhumana, oscura, cerrada. Será invivible. Ellas no estarán. Se llevarán consigo la alegría, la sencillez, la bondad y la ternura. Dejarán a la ciudad vacía, hueca. Sin alma. Sin sentido. Sin luz.
Santo Domingo es una gran ciudad, pero solo existe en mi pensamiento. Y mi pensamiento no estará aquí. Ellas se lo llevarán, y deambulará en la gran babel de hierro.

Posted in Columnas, Edición ImpresaEtiquetas

Las Más leídas