El arte dominicano en los nuevos tiempos

Año tras año se gradúan estudiantes de los diferentes centros de enseñanzas. También se da el caso de quienes intervienen de forma autodidacta, logrando captar la atención de los especialistas y ser aceptados por la vehemencia de sus propuestas.&#82

Año tras año se gradúan estudiantes de los diferentes centros de enseñanzas. También se da el caso de quienes intervienen de forma autodidacta, logrando captar la atención de los especialistas y ser aceptados por la vehemencia de sus propuestas. Resulta interesante el fenómeno que se ha suscitado en las últimas cuasi tres décadas, pues los grandes premios, tanto en la Bienal Nacional de Artes Visuales de Santo Domingo como en el Concurso Eduardo León Jimenes, han sido otorgados a artistas contemporáneos, muchos de los cuales han sido cuestionados, desatando así un nuevo capítulo en lo concerniente al derrotero del arte nacional.

Los jóvenes artistas empiezan a sobresalir y, a pesar de que develan nuevos aportes, pues sus ideas ilimitadas le conducen al desarrollo de temas que habían sido considerados tabúes, lo cierto es, que con su aparición un grueso de artistas han quedado vedados y se podría decir incluso que su presencia ha permanecido inadvertida. El predominio tanto de un lenguaje y poética postmodernos como el desarrollo de la exaltación de lo Kitsch en contraposición con los preceptos moralizantes y de lo que debería ser correcto o no en una sociedad que juega a la doble moral, pasan a ser los códigos primarios en las representaciones de un grupo a quienes se han decantado en denominar como “los chavoneros”.

Evidentemente no podría obviarse el eco de los artistas de la diáspora, que han logrado penetrar en el gusto del jurado de selección de la XXVI Bienal Nacional de Artes Visuales con obras sumamente provocadoras como la presentada por la artista Charo Oquet por medio de la pieza “En un abrir y cerrar de ojos” que, como indica su título desapareció con el propio evento, pues al tratarse de una instalación, su permanencia en el tiempo resultó finita. El descontento de la comunidad artística no se hizo esperar en relación a la decisión del jurado e increíblemente cuando se pensaba que se había sido “tal vez poco incomprensivo” y se debía repensar la incorporación de nuevas propuestas a la bienal, con la artista Joiri Minaya se inaugura un nuevo concierto de debate, pues se cuestiona la selección como Gran Premio de la XXVII Bienal de Artes Visuales de su video-performance “Satisfecha”. En resumidas cuentas el problema en sí no es Joiri Minaya, quien es una artista aventajada que se ha venido formando al tiempo de ir dejando las huellas de una obra contundente con un mensaje coherente y preciso de la realidad circundante y sus emociones como ente creadora, el problema tampoco radica en el concurso o la bienal, aunque sí deberían reorientar sus objetivos y criterios de selección para no incurrir en malinterpretaciones.

Se aprecia cómo muchos artistas son reconocidos y luego sus obras desaparecen de la vista pública, no se percibe una continuidad en sus propuestas; entonces, esta inconsistencia hace mucho daño al arte dominicano, a su permanencia en el tiempo, a la consolidación de su proceso historiográfico donde actualmente es difícil poder hablar de “generaciones” y, por tanto, no se concibe la idea de citar “nuevos relevos”, sobre todo ante la ausencia de grandes figuras como Jaime Colson, Eligio Pichardo, Domingo Liz, Clara Ledesma, Gilberto Hernández Ortega, Alberto Ulloa, Guillo Pérez, Fernando Ureña Rib, Fernando Peña Defilló, Plutarco Andújar, Justo Susana, Soucy De Pellerano, Ángel Haché, Ramón Oviedo y tantos otros grandes maestros que han partido de este mundo.

En la escena 

Ya la Bienal alcanzará este año su XXIX edición, teniendo como gran premio de la pasada XXVIII entrega al destacado artista de origen vegano Raúl Morilla, con su obra “Claustro para el Edén”.  Por su parte el Concurso de Arte Eduardo León Jimenes celebró el pasado año su XXVI edición, donde ganaron Karol Starocean (The Big Vaina), Carlos De León (El que puede, puede) y, Ernesto Rodríguez (Lamedoras de diamantes). No podría obviarse que en la XXV edición del concurso la obra de Joiri Minaya (Siboney) fue premiada, conjuntamente con las piezas de los artistas Marie Jiménez (Sin título) y Luis Fermín Ceballos Maldonado (Acción para Buonarroti). Ojalá que los ruidos que provoquen las próximas ediciones sean positivos y pueda crearse una plataforma en la que prime el diálogo, pero sobre todo el estudio y la investigación, pues son muchos los artistas consagrados que todavía se mantienen en el ambiente y que merecen ser destacados por su aporte a la plástica nacional como Ada Balcácer, Hilario Olivo, Amable Sterling, Rosa Tavarez, Elsa Núñez, Carlos Hinojosa, Julio Valdez, Freddy Rodríguez, Antonio Guadalupe, Alberto Bass, Elvis Avilés, Enriquillo Amiama, Freddy Javiers- por citar algunos ejemplos-. De igual forma, es amplia la lista de jóvenes creadores que vienen desarrollando un trabajo consistente como Ed Vásquez, Omar Molina, Soraya Abu Naba ‘a, Benjamín Cruz, etc. Son muchos los creadores que entran en un espacio intermedio que podrían entrar en la categoría de “aventajados” como es el caso de Jorge Pineda, Pascal Maccariello, Mónica Ferreras, Belkys Ramírez, Raquel Paiewonsky, HR Suriel, entre otros. Sin embargo, todavía es muy pronto para hablar de “nuevos relevos”, pues lo primero es afianzar el paso en la búsqueda de discursos sólidos que tengan como fuente primaria la promoción de nuestros valores identitarios.

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