El cine que la dictadura de Trujillo reguló y prohibió

“Queda prohibido por la presente ley proyectar en el país películas cinematográficas en las cuales trabajen artistas reconocidos como comunistas o que tiendan a servir de propaganda a la ideología comunista.” Así reza textualmente uno de…

“Queda prohibido por la presente ley proyectar en el país películas cinematográficas en las cuales trabajen artistas reconocidos como comunistas o que tiendan a servir de propaganda a la ideología comunista.” Así reza textualmente uno de los artículos de la ley No. 1951 (marzo 7 de 1949) sobre espectáculos públicos y emisiones radiofónicas de la Era de Trujillo, firmada de puño y letra por el feroz déspota.

En artículos de los reglamentos se hacía tácita la determinación del régimen a no permitir películas “que sean de carácter tendencioso, perturbador o que tiendan a divulgar idea o doctrinas disociadoras, y todo cuanto sea contrario al régimen constitucional”.

Historia de un sueño importado: ensayos sobre el cine en Santo Domingo / J.L. Sáez, es un libro que relata a la perfección las motivaciones que llevaron al sanguinario régimen a estar pendiente del cine e ir dictando leyes y ordenamientos jurídicos que lo tuvieran bajo el ojo censor de la tiranía, (Páginas 96, 97 y 98).

Desde el nacimiento de la Era… se restringió el horario, limitándolo a dos horas, de 7:00 a 9:00 p.m., durante un tiempo, y durante todos esos años las bocinas trujillistas dejaban caer embustes tales como que el cine era “escuela de depravación” debido a “escenas de boxeo, adulterios, robos, crímenes, etc.”. Advertían que “…deben sus desgracias a la escuela del cine” el hecho de que muchas familias dominicanas estuvieran hundidas en transgresiones sociales y morales y forradas de culpas.

“El cine es corruptor”, coreaban hasta el cansancio.
Sáez, en su libro, se hace eco de publicaciones oficiales como la que dice que el “11 de agosto de 1933, el Ayuntamiento de la Común de Santo Domingo promulga el primer Reglamento General de Espectáculos Públicos. En sus 39 artículos, el documento regula todo lo referente a la exhibición de filmes, estableciendo una Comisión Municipal de Censura.

Las películas, según el reglamento, deberán ser revisadas por el presidente de la comisión, no permitiéndose que se hagan recortes en las películas cinematográficas anunciadas, ni tampoco interrumpir las series ni suspenderlas después de comenzadas, salvo en el caso de fuerza mayor justificada, que se hará valer ante el Presidente de la Comisión Municipal de Censura”.

Continúa, Sáez, historiando que las películas a exhibirse eran clasificadas a base de colores. Una película “blanca” era inofensiva; “azul” era para jóvenes e indecorosa para niños; color “rosa” era prohibida para jóvenes. Y si se tachaba con el “rojo” era “obra atrevida por tratar temas escabrosos o escenas inmorales”.

Si una película era considerada pornográfica, llevaba el “verde”, y la película considerada “impía u ofensiva para la religión (católica)” era “negra”.

Anterior a eso, Trujillo, ya en franco ejercicio autocrático, en el año 1935 ratifica la ley 916, que regularizaba la exhibición de películas aptas para el público infantil, vedando las que resultasen inadecuadas “por inadaptables al grado de desarrollo de sus facultades, perturbadoras en su mayor parte de los sentimientos infantiles…”
Filmar en la Era de Trujillo

Antes del 1930, fecha en que Trujillo toma el poder, filmar no tenía contratiempos políticos ni ideológicos como sí los hubo durante los siguientes 31 años. Desde que subió, acogió el cine para su envanecimiento y manda a filmar la toma de posesión.

Y asimismo, con “documentales” bendecidos por El Jefe, era lo que se rodaba. En el 1939 la General Business Film es contratada para la realización en technicolor de dos cortos en 16 mm, uno sobre la industria azucarera y el otro que usó por primera vez el mote “Era de Trujillo” que recogía los primeros 9 años del régimen.

En el 1947 se produce Marcha del Trabajo, la primera película dominicana proreeleccionista, y Trujillo siente el peso de la importancia del cine, filmado por Rudy Unger, quien luego filma Palmas Dominicanas, de corte propagandístico del Partido Dominicano.

Asimismo, y siempre ensalzando el quehacer trujillista, los camarógrafos Manuel Báez y Eugenio Fontana, empiezan a realizar en el 1952 el Deportivas Brugal, un noticiero que se exhibía en el cine Rialto. En ese año, el cineasta Báez es encomendado para realizar lo que vendría a convertirse en el primer documental con sonido óptico, filmado con un Auricon Cine-Voice de 16 mm.; y luego en 35 mm. El documental a color Ganadería: Riqueza nacional (1958).

Hubo mucho más, como el caso de 13 cortos o mediometrajes exaltando las bienaventuranzas de la Era en el 1953 por la compañía “cine dominicano” dirigidos por Rafael Augusto Sánchez Sanlley, alias Pupito. Y en el 1955 Oscar Torres es permitido por el régimen a filmar, pero siempre con el ojo censor del yugo trujillista, y así es que se hicieron los titulados Olas y arenas, Qué opina la mujer, Tierra olvidada, El yugo, Nenén de la Ruta Mora y La ronda incompleta.

Trujillo anuncia en diciembre de 1955, durante su “Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre”, el nacimiento de la industria cinematográfica dominicana, lo hizo con gran ostentación y señaló que como primer gran proyecto fílmico se realizaría La reina del merengue con un presupuesto de 150 mil pesos (hoy US$1, 500,000.00), que solo quedó en proclama. l

Los anti-trujillistas

Uno de los antecedentes más atinados que ratifican el concepto que tenía el trujillismo sobre el cine como instigador de voluntades e inspirador de operaciones “disociadoras” se da con el caso de los héroes del 30 de mayo. Sucedió que los ingenieros Roberto Pastoriza y Huáscar Tejeda eran furibundos cinéfilos de historias de gángsters estadounidenses, y habían logrado suplirse con esas películas en 16 mm que proyectaban en la intimidad empleando un proyector de esos que el oficialismo usaba para exhibición de documentales “inofensivos”.

Ya con la idea fija en sus cabezas, los dos jóvenes les contaron y les mostraron al grupo de complotados cómo se hacía en las películas; así fue como todos se aferraron al plan que se materializó al mejor estilo hollywoodense. (Nota: este es un testimonio de familiares recopilados por quien escribe este artículo). Esas películas de persecución con carros y disparos de pistolas y metralletas fueron las que inspiraron el plan que llevó a la decapitación de la odiosa y nauseabunda Era de Trujillo aquel 30 de mayo de 1961.  Sí, el cine tuvo que ver –furtivamente– con aquella histórica, gloriosa y épica operación liberadora.  

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