Osvaldo Santana: vivir con el ejemplo

Debía ser a finales del 1967 cuando en la Casa Curial del municipio de Tamayo se escuchaban las voces de varios mozalbetes que jugaban a ser locutores. Mientras ellos se turnaban con recortes del periódico Listín Diario para leer las informaciones,&#82

Debía ser a finales del 1967 cuando en la Casa Curial del municipio de Tamayo se escuchaban las voces de varios mozalbetes que jugaban a ser locutores. Mientras ellos se turnaban con recortes del periódico Listín Diario para leer las informaciones, un grupo de niños, entre los que estaba yo, acechábamos por las persianas, muertos de la risa, a estos novatos. Habían fundado la emisora “Radio Río” quizás en honor al Yaque del Sur para desde ahí “informar a la región”. En realidad eran cosas de muchachos, pues no tenían micrófonos ni nada que asemeje a una radio. Entre esos jovencitos estaba Osvaldo Santana que, simultáneamente con su práctica, ya reportaba para Radio Mil Informando en la Capital. Más tarde también comenzó a enviar noticias para Listín Diario, cursando todavía la educación secundaria. Lo otro es historia relativamente conocida. Cuando salió de Tamayo a iniciar sus estudios universitarios tuvo que costearse la vida involucrándose en lo que parecía ser su destino: el periodismo. Sin seguir un orden cronológico, recuerdo haberle dado seguimiento en Radio Antillas, Radio Popular y el periódico El Sol. Luego en puestos ejecutivos en los periódicos El Nuevo Diario, Última Hora, Revista Rumbo, El Siglo, Listín Diario y Multimedios Del Caribe, ocupando en la actualidad la dirección general del periódico de esta empresa. De manera formal, son 45 años entregado a tiempo completo a esta profesión titulada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde también se calificó para ser docente en otras casas de estudios superiores. Ahora que ha sido seleccionado como Premio Nacional de Periodismo por la institución calificada para esa distinción, se me ocurrió escribir estas líneas, en mi condición de hermano y principal admirador. Lo hago pensando en nuestro padre Rafael Santana, que falleció y no llegó a ser testigo, y de nuestra madre Manuela Santana, que sí disfruta la valía de “su muchacho”. Con nosotros el orgullo de sus hijos, hermanos y todos los que le seguimos y le queremos. Gracias mi hermano por forjarnos con tu ejemplo.

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