El fin del poder (II)

A grandes rasgos, el declive de actores de tradicional importancia mundial y el ascenso de otros quizás menos importante,como afirma Naím, que la “corrosión de la autoridad moral, así como la legitimidad de los poderosos en general” y la falta&#82

A grandes rasgos, el declive de actores de tradicional importancia mundial y el ascenso de otros quizás menos importante,como afirma Naím, que la “corrosión de la autoridad moral, así como la legitimidad de los poderosos en general” y la falta de credibilidad de los ciudadanos en las instituciones, (Pág. 36-37).

El poder, según Naím, se expresa de cuatro formas principales, que debemos conocer, para entenderlo y saber qué ha cambiado. Estas formas o canales son: 1) La fuerza, la coacción, forma más tradicional del poder. 2) El código, que tiene que ver con la moral, la tradición y la religión. 3) El mensaje, que es la persuasión capaz de cambiar la percepción del receptor e impulsarlo a actuar, o a no hacerlo. 4) La recompensa, que funciona con incentivos y es quizás “el más común de los canales a través de los cuales se ejerce el poder”. Esto dentro de un aparato burocrático –weberiano- al servicio del status quo.

Ahora bien, ¿cuándo esto empezó a cambiar? Difícil saberlo, Naím propone como fecha, quizás simbólica, el 9 de noviembre de 1989, el “día que cayó el Muro de Berlín”, establece que de golpe una economía atrapada y una enorme población silenciada “se vieron libres para perseguir sus propios deseos y así darle un vuelco al orden existente” (P. 87). Iniciando de esta forma un proceso histórico que nos lleva al presente escenario, en el cual nadie tiene tanto poder para imponer a otros su voluntad omnímoda. En palabras del “antiguo consejero de seguridad nacional estadounidense Zbigniew Brzezinski…hoy es infinitamente más fácil matar a un millón de personas que controlarlas”, (P. 95).

El siguiente párrafo es muy ilustrativo: “Insurgentes, nuevos partidos políticos con propuestas alternativas, jóvenes empresas pequeñas e innovadoras, piratas informáticos, activistas sociales, nuevos medios de comunicación, masas de gente sin líderes u organización aparente que de repente toman plazas y avenidas para protestar contra el gobierno o personajes carismáticos que parecen haber “surgido de la nada” y logran entusiasmar a millones de seguidores, son solo algunos ejemplos de entre los numerosos nuevos actores que están haciendo temblar el viejo orden”. (P. 85). Hoy tenemos crisis en la Unión Europea y con el Euro, una larga y complicada guerra en Siria, un problema de difícil solución en Venezuela, compañías que nacen en un parqueo y cuestan millones de dólares, celulares y conexión 24 horas, y un largo etcétera. Y nadie puede controlar estos instrumentos ni solucionar estos problemas solo. Hoy, evidentemente, el individuo tiene más poder. Lo que, de igual forma, trae sus problemas, pues con una ideología equivocada, inadaptada o simplemente diferente y contando con recursos y tecnología de punta a manos, se puede dar pie a extremos nocivos.

Las tesis de Moisés Naím tienen mucha consistencia y se basan en datos verificables, motivamos la lectura de este texto imprescindible para entender la modernidad. Luego discutimos si estos pueden aplicarse a nuestro país.

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