Uber Technologies es una empresa de transporte que a través de una aplicación en el celular conecta a sus clientes a una red de automóviles privados. Estos automóviles son nuevos y confortables, y el chofer que los conduce debe cumplir con ciertas normas de presencia y educación.
A través de dicha aplicación, los usuarios rastrean el auto que contratan y saben exactamente cuánto le falta por llegar. No tienen que tener dinero en efectivo porque la cuenta se carga directamente a su tarjeta. Y pagando menos, obtienen servicios más confiables y eficientes que un taxi.
En un programa de Televisión Española, Antonio Banderas contaba cuánto admiraba al creador de esta invención. El chico había quebrado tres veces antes de cosechar los frutos de una empresa que hoy en día está valorada en 68 mil millones de dólares y que se ha expandido a más de 50 países. Banderas invitaba a la juventud española a soñar más en grande y menos en convertirse en un “funcionario con sueldo estable”.
Con apenas 39 años, Travis Kalanick figura en la lista de los multimillonarios del mundo. Y sigue “inventando”. Hasta está contemplando crear una flotilla de carros automáticos (sin chofer).
Uber en esta época y, la electricidad, el teléfono, la máquina de coser y la computadora en otros tiempos, son esas invenciones humanas que contribuyen significativamente al bienestar. Las sociedades que progresan son aquellas que motivan la aparición de esos inventos: dejando libres a sus ciudadanos para pensar y expresarse, y permitiéndoles beneficiarse económicamente de sus creaciones.
Esas invenciones suelen enfrentar una gran resistencia: los cocheros le hicieron la vida tan imposible a los autos, como los taxistas se la están haciendo ahora a Uber. Al final se tuvieron que resignar. Como tendrían que resignarse los pilotos, cuando los aviones puedan volar solos. O los peluqueros, cuando se ponga de moda andar calvo. Es el mundo en que vivimos. Que jamás ha progresado sin cambiar.
Está en el Gobierno decidir a quién respaldar. Si al atraso que se impone cuando no se permite la libre competencia; o a la mejoría sustancial en la calidad de vida de sus ciudadanos.
