Un testimonio penoso y lo que aspiro para mis nietas y nietos

I.- Lo que a diario veo1.- Las circunstancias forman parte de la vida de los seres humanos, y en determinadas coyunturas hacen posible el conocimiento de fenómenos sociales. A veces una situación ocasional incide para…

I.- Lo que a diario veo

1.- Las circunstancias forman parte de la vida de los seres humanos, y en determinadas coyunturas hacen posible el conocimiento de fenómenos sociales. A veces una situación ocasional incide para que podamos valorar, en uno u otro sentido, lo que está ocurriendo en el medio en el cual habitamos.

2.- Precisamente, por pura casualidad, mi bufete de abogado está ubicado en un área en la que también funcionan centros educativos a nivel primario, intermedio, básico y universitario, lo que me permite observar y mantener comunicación con niños, niñas, jóvenes y adultos, que estudian asignaturas desde grados inferiores hasta disciplinas de alto nivel y calificación académica.

3.- En el permanente contacto con chiquillos y personas ya maduras, no me limito a observarlas pura y simplemente, sino que me detengo a percatarme de cómo se comportan, los términos que utilizan en su lenguaje; la actitud en sus relaciones mutuas; el trato con las demás personas; la forma de vestir; sus opiniones en torno a la situación política y los problemas nacionales e internacionales.

4.- En particular, me preocupa en grado sumo lo que percibo en el comportamiento de las niñas y niños que a diario se mueven por mi lugar de trabajo; advierto que el sistema educativo y el control de algunos padres está fallando; me resulta penosa la forma como procede ese material humano que está en el primer período de la vida humana.

5.- En este escrito expongo la realidad que vivo a diario y me llama a preocupación. No me lo han contado, es la expresión de lo que he captado y comprobado en la realidad; quisiera que lo que estoy escribiendo en el orden educativo no sea lo común, sino una particularidad; que lo que en forma permanente veo y escucho sea la excepción, no la regularidad; que de lo que soy testigo permanente no sea la normalidad.

6- Escucho a niñas y niños, cuando me pasan por el lado, en dirección a su escuela, y los temas que tratan resultan chocantes, desprovistos de contenido útil; hacen mención a hechos sin importancia e intrascendentes para el ser humano. La inutilidad de los asuntos que abordan evidencia la ausencia de formación escolar para en el futuro ser personas que aporten, y no sean infecundos.

7.- Me genera pena ver a niños y niñas que se preocupan muy poco, o nada, por exhibir un comportamiento propio de futuros ciudadanos educados para servir de modelo; con una conciencia elevada del honor; con objetivos para una concepción nueva de la vida y el mundo; con la idea fija de servir de ejemplo por tener hábitos y actitudes nobles, conducta ejemplar.

8.- De lo que soy testigo constante, de la forma de proceder de niñas y niños que a diario se mueven por el lugar donde permanezco ocho y hasta diez horas al día, no quisiera que ocurriera igual con mis nietas y nietos, los cuales espero se estén desarrollando con la diversidad de ideas y principios que elevan al ser humano; que sean capacitados para servir con sentido humano y creatividad a la sociedad en general.

9.- Las niñas estudiantes, al parecer, salen de sus hogares, no para la escuela, sino para una pachanga; se exhiben debidamente decoradas; en su cuerpo llevan adornos de todas clases; sus caritas están pintadas con maquillajes de diferentes colores. En sí, parecen escenografías en movimiento.

10.- En su desenfrenado comportamiento los niños y niñas que a diario pasan por mi oficina en dirección a sus escuelas, no conocen lo que es el respeto y la amabilidad. Las veces que se les llama al buen proceder, lo que sale de sus bocas son insultos, su lenguaje es soez, chocarrero y sumamente bajo; hacen uso de palabras agraviantes e hirientes; procuran descargar sus afrentosas calificaciones para ofender a quien sea.

11.- Al momento de abandonar sus respectivos centros escolares, las niñas y niños a los cuales me refiero, lo hacen en forma bulliciosa; el escándalo que producen es insoportable; quieren llevarse el mundo por delante; lo que se ve en movimiento no parecen seres humanos, sino algo así como una tromba, un torbellino, más o menos un tifón.

12.- Cuantas veces veo a esa niñez estudiantil convertida en una afrenta social, sólo me limito a recordar la falta que hacen profesoras y directoras de la talla, la autoridad, el don de respeto y disciplina de Blanca Mascaro, Ana Pepín de Gómez, Táta Iglesias, Fela Santaella, que en conjunto, en su momento, simbolizaron el educar con decencia, instruir con altura y formar para que el país contara en el futuro con ciudadanos y ciudadanas ejemplares.

II.- La formación que quisiera de mis nietas y nietos

13.- Me sentiría bien como abuelo si mis nietas y nietos aprendieran a distinguir de qué lado está lo justo, lo recto y lo virtuoso, y dónde la verdad, lo ilegítimo y dudoso; que los subterfugios ideológicos no les lleven a ocultar la realidad de las cosas; que la falacia no les motive a desconocer la verdad por conveniencia. Que se edifiquen en el sentido de que la hidalguía resulta de actuar con sentido social, y que lo demás es pura mezquindad.

14.- Quiero que mis nietas y nietos se formen para servirles a los demás, impregnados de conocimientos que descansen en valores sociales; con la noción de que se han preparado para serles útiles a su pueblo y a toda la humanidad, y convencidos de que la grandeza de ellos estará en su recto proceder, en su actitud ante la vida.

15.- Mi aspiración es que mis nietas y nietos asimilen bien lo que estudian, y la enseñanza que les imparten; que abracen ideas que les harán personas de bien, con un comportamiento que sirva de ejemplo de lo que debe ser el ciudadano o la ciudadana que crea en el colectivismo; que retengan conceptos de fraternidad y hermandad entre las personas; y rechacen el fatalismo y confíen en el optimismo; aprender de los triunfos y también de los reveses.

16.- No quisiera que mis nietas y nietos se eduquen en el individualismo, que conduce directamente al egoísmo; que sepan que una persona que vive sólo para sí, carece de valor como ser humano; que está desprovista de eficacia. Es algo ultrajante para la sociedad un despreocupado que piensa para sí y no para la colectividad.

17.- Es mi deseo que los padres y las madres de mis nietas y nietos permanezcan vigilantes para que comprueben si sus vástagos están siendo educados para reconocer y defender los derechos de los otros, con el mismo vigor que los propios, sin distinción de sexo, color, raza, religión, inclinación sexual o nacionalidad; y que están siendo formados para subordinar los derechos generales a los particulares.

18.- Lo que cada día estoy presenciando en el caso de estudiantes imberbes, no quiero pensar que pueda ocurrir con mis nietas y nietos, cuyos padres deben saber que la mayor epopeya de ellos será vigilar la educación de sus descendientes; preocuparse para que se formen con el espíritu inclinado al trabajo y el honor, que es lo que ha de enriquecer para siempre su vida y será su mejor legado; inculcarles la firme convicción a los fines de que no se amilanen por nada, y que piensen que si la resistencia física tiene un límite que es la muerte, la resistencia moral no la vence nadie.

19.- No podemos seguir como hasta ahora a nivel educativo. A las niñas y niños hay que explicarles, por ejemplo, la falsa idea de la preeminencia del caudillo, del hombre providencial; hay que hacerle saber a nuestras nietas y nietos que la historia no la hace un hombre milagroso, sino las masas populares acorde con los acontecimientos, y que la voluntad casual no tiene nada que ver con la lucha social y política de los pueblos.

20.- Por el hecho de que la sociedad en que estamos viviendo está averiada, no podemos permitir que nuestras nietas y nietos sean educados sin sentido de lo que debe ser el hombre y la mujer del mañana, con una formación dirigida a abrazar valores que los hagan merecedores por su ejemplo de buen proceder, acreedores de la consideración de la sociedad por su limpio accionar en la vida privada, familiar y pública.

21.- El irrespeto que observo en las niñas y niños que están a mi vista todas las mañanas y las tardes, no lo quiero ver ni por asomo en uno cualquiera de mis nietas y nietos. El mejor regalo que puedo recibir como abuelo es que mis nietas y nietos se formen con un carácter humanitario, demostrado en el accionar diario en el trato con los demás; quiero ver en ellos calidez hacia todo ser humano que traten; que demuestren entusiasmo en lo que hacen, absoluta vehemencia para llevar alegría a quien precisa de ella; quitar de su mente todo aquello que daña, pervierte y quebranta la vida sana en sociedad. Que sepan que actuar de forma correcta sirve para demostrar que el buen ejemplo es una fuerza moral.

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