El pedido de Amnistía

Otra vez la famosa organización Amnistía Internacional levanta su voz y el dedo acusador contra la República Dominicana, en reclamo de derechos “despojados”.

Otra vez la famosa organización Amnistía Internacional levanta su voz y el dedo acusador contra la República Dominicana, en reclamo de derechos “despojados”.Amnistía Internacional tiene una historia de defensa de derechos, generalmente en los países del Tercer Mundo. En el primer mundo todo anda bien. Es un paraíso de libertades, igualdad y participación, justicia y predominio de los derechos de los inmigrantes. Nada sabe de las violaciones de derechos y muertes de negros en Estados Unidos, en pleno siglo XXI, a causa de la intolerancia; nada sabe sobre las persecuciones implacables de los inmigrantes en Estados Unidos y Europa. Ahora mismo, las autoridades norteamericanas han acelerado la detención y expulsión de haitianos que llegaron tras la tragedia de enero de 2010, cuando se produjo el catastrófico terremoto.

Amnistía reclama un diálogo con la sociedad civil y organizaciones defensoras de inmigrantes en República Dominicana para que se elimine el estado de “apatridia” que supuestamente sufren más de cien mil ciudadanos de origen haitiano. Entregó al Gobierno dominicano unas hojas con 54,026 “firmas” de ciudadanos de 234 naciones, que quizás ignoran dónde está República Dominicana.

Amnistía pretende que 100 mil personas reciban la nacionalidad dominicana por decreto, sin explicar siquiera de dónde salió tal cifra. Un imposible desde todo punto de vista. Ignora de manera calculada que el Estado dominicano impulsa un proceso de regularización de inmigrantes ilegales, la mayoría víctima de su propio país que no los documenta.

Amnistía simplemente es hostil a República Dominicana. No reconoce los esfuerzos nacionales por conceder un estatus a inmigrantes ilegales, registrándolos y asegurándoles la permanencia en el territorio; olvida de manera consciente la negligencia haitiana en facilitar la documentación para que más haitianos se registren como tales aquí. Y pretende una concesión graciosa de derechos que no se fundamenta en ninguna norma.

Estamos ante un capítulo más de la campaña aquella con el único propósito de dañar la imagen de la República, un país donde predomina la tolerancia, la receptividad y la solidaridad, no sólo hacia nuestros más cercanos vecinos, sino hacia otros inmigrantes que nos han escogido como el mejor destino para sortear las dificultades coyunturales que afectan a sus países.

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