Necesidad de cambio

Casi todas las mañanas, llegaba a casa de mi madre un señor de tez oscura, estatura pequeña, delgado, a saludarla. Lo que siempre recuerdo, y lo he dado de ejemplo, es su sonrisa y contagiosa alegría al extender su mano, con la cual te apretaba…

Necesidad de cambio

Casi todas las mañanas, llegaba a casa de mi madre un señor de tez oscura, estatura pequeña, delgado, a saludarla. Lo que siempre…

Casi todas las mañanas, llegaba a casa de mi madre un señor de tez oscura, estatura pequeña, delgado, a saludarla. Lo que siempre recuerdo, y lo he dado de ejemplo, es su sonrisa y contagiosa alegría al extender su mano, con la cual te apretaba y sacudía dos o tres veces la tuya, diciendo: “¡Bien, bien, bien!”
Lo grande del caso es que Ovelio (así se llamaba), quien vivía de un pequeño conuco, cuyas cosechas muchas veces le escuché decir que se perdieron, no tenía hijo, ni belleza física, tampoco dinero; no obstante, cuando llegaba, dejaba a su paso esa ráfaga de bienestar y confort con la vida que llevaba. Vi pasar los años, y este hombre mantenía siempre esa misma actitud ante la vida. En una ocasión le pregunté: ¿Usted nunca tiene problemas, que siempre le veo tan feliz?, a lo que respondió: No, mi hija. Vivo con lo que tengo, trato de trabajar cada día y doy gracias a Dios por estar vivo y en salud. Pasaron muchos años, y solía verle cuando yo iba a visitar a mi mamá; ya éste envejeciendo, con la misma alegría, fortaleza con la cual llegó hasta sin enfermarse durante toda su vida, a sus últimos momentos. Y, me dicen que, al morir, lo hizo de igual forma, porque, como se dice, “Quien bien vive, bien muere.” A veces necesito traerles a ustedes ejemplos de este tipo, ya que, en ocasiones no quisiéramos ni salir a las calles para no escuchar tantas quejas, desencantos, intolerancia, pérdidas de motivación y desesperanza. Así como mencioné en una columna pasada que la sonrisa es altamente contagiosa, estas actitudes también contagian.

Exactamente eso es lo que está pasando en el medio en que vivimos al día de hoy. La Asociación Dominicana de Psiquiatría recientemente impartió un congreso, en el que afirmó que de la sociedad continuar así terminaría enfermando por depresión, y con ello en otras tantas enfermedades detonadas por esta causa. Entiendo que una parte importante de la población, aunque no lo he medido estadísticamente, está enferma de ansiedad, depresión, insomnio… Y, como también he señalado, basta interactuar en esta sociedad para notar cómo está una gran cantidad de personas, que no ha entendido que está enferma y necesita ayuda.

Posted in Sin categoría

Casi todas las mañanas, llegaba a casa de mi madre un señor de tez oscura, estatura pequeña, delgado, a saludarla. Lo que siempre recuerdo, y lo he dado de ejemplo, es su sonrisa y contagiosa alegría al extenderte su mano, con la cual te apretaba y sacudía dos o tres veces la tuya, diciendo: ¡Bien, bien, bien!
Lo grande del caso es que Ovelio (así se llamaba), quien vivía de un pequeño conuco, cuyas cosechas muchas veces le escuché decir que se perdieron, no tenía hijo, ni belleza física, tampoco dinero; no obstante, cuando llegaba, dejaba a su paso, esa ráfaga de bienestar y confort con la vida que llevaba.  Vi pasar los años, ya yo adolescente, y este hombre mantenía siempre esa misma actitud ante la vida.

En ocasión le pregunté: ¿Usted nunca tiene problemas, que siempre le veo tan feliz?, a lo que respondió: No, mi hija. Vivo con lo que tengo, trato de trabajar cada día y doy gracias a Dios por estar vivo y en salud. Pasaron muchos años, y solía verle cuando yo iba a visitar a mi mamá; ya éste envejeciendo, con la misma alegría, fortaleza con la cual llegó hasta sin enfermarse durante toda su vida, a sus últimos momentos. Y, me dicen que, al morir, lo hizo de igual forma, porque,  como se dice, “Quien bien vive, bien muere.”

A veces necesito traerles a ustedes ejemplos de este tipo, ya que  en las últimas semanas,  en ocasiones no quisiéramos ni salir a las calles para no escuchar tantas quejas, desencantos, intolerancia, pérdidas de motivación y, sobre todo, desesperanza. Así como la sonrisa es altamente contagiosa, estas actitudes que acabo de señalar, también contagian.

La Asociación Dominicana de Psiquiatría, en un congreso la semana pasada, afirmó que, de la sociedad continuar así, terminaría enfermando por depresión, entre otras tantas.

Entiendo que una parte importante de la población, aunque no lo he medido estadísticamente, está enferma de ansiedad, depresión, insomnio. Y, como también he señalado, basta interactuar en esta sociedad para notar cómo está una gran cantidad de personas, que no ha entendido que está enferma y necesita ayuda.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas