La candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos Hillary Clinton es una mujer con suerte. Sus debilidades como aspirante presidencial son evidentes e impiden que tenga un mejor posicionamiento en el electorado. Además del escándalo por el uso del correo privado para enviar documentos oficiales como secretaria de Estado norteamericana, se cuestiona su actitud “poco digna” frente a la relación de su esposo Bill Clinton cuando era presidente con una becaria de la Casa Blanca.
Pese a ser una mala candidata demócrata, tiene la suerte de competir con el que, probablemente, sea el peor candidato del Partido Republicano, Donald Trump, colocándola cada vez más cerca de la Presidencia de los Estados Unidos.
Trump ha logrado una gran popularidad, resultado de la expresión de muchos estadounidenses, especialmente jóvenes, descontentos con un sistema que no atiende sus demandas.
Entiendo que Hillary será presidente, no necesariamente por cualidades propias, sino por que a la opción más cercana se le considerada un peligro, no sólo para los estadounidenses, sino para el mundo. Estaríamos frente a un hecho trascendental en el que un presidente negro entrega el mando a una mujer, en un país donde la mayoría son blancos de tendencia conservadora.
El candidato republicano no sólo pone en peligro la estabilidad económica, sino también la paz, pues no entiende que entre las cualidades de un líder está la prudencia y coherencia de sus palabras.
