El componente artístico haitiano en las calles de RD

Se ha comentado mucho el tema de las problemáticas del arte dominicano, y en ello se ha abordado el hecho de que no se cuenta con un espacio público en el que se pueda disfrutar de lo que ha sido el devenir del arte nacional por etapas, es decir, no&#82

Se ha comentado mucho el tema de las problemáticas del arte dominicano, y en ello se ha abordado el hecho de que no se cuenta con un espacio público en el que se pueda disfrutar de lo que ha sido el devenir del arte nacional por etapas, es decir, no existe un Museo que conserve una secuencia de las obras producidas desde el tiempo de la colonia hasta la actualidad.Lo que hay más bien es un registro de las obras premiadas desde los inicios de la Bienal Nacional de Artes Visuales en 1942, las cuales están disponibles en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo. Considerando que el grueso de obras producidas a finales del siglo XIX y en el siglo XX están integradas en colecciones, muchas de ellas privadas con pocas noticias de lo que fue el arte en tiempos de la colonia. Asimismo, se ha analizado el poco apoyo con el que cuentan los artistas locales, y así, una serie de situaciones que afectan el libre desarrollo de nuestro patrimonio artístico. No obstante, en esta ocasión, se hace necesario tratar un tema que de forma pacífica e insistente ha venido cobrando gran interés en el colectivo, sin embargo, desde el punto de vista formal, lo correcto no sería signarlo como obra de arte, pues su factura remite más bien a meras reproducciones de escenas planimétricas cargadas de color. Es a lo que muchos han osado en llamar como “arte haitiano”.

Esto así, porque las representaciones por lo regular contienen elementos que permiten asociarlos con aspectos de la cultura haitiana. No obstante, lo cierto es que el denominado arte haitiano desde los presupuestos de los fundamentos de la forma y lo que remite a los estudios culturales y de la estética en general como filosofía del arte, pasa a ser una composición bien lograda que permite incluso reconocer varios nombres en el contexto internacional como: Edouard Duval-Carrié, Jean Claude Garoute, Gesner Abelard y, más conocido entre nosotros; Sacha Tebó, entre otros.

El mercado y los turistas

Para comprender mejor este espectro, de si las obras que se comercializan en las principales tiendas para turistas o en las calles de Santo Domingo y de otras ciudades del país son o no obras de arte, hay que situarse en el lugar del espectador, pues el estímulo que produce una pintura, no responde necesariamente a la creación o percepción estética, en esto influye más el contexto y el nivel de desarrollo del pensamiento, así como el tratamiento o interpretación que se le otorga a las ideas. Más todavía, una pieza adquiere valor artístico en la medida en que seduce al espectador y para él existe en ella algún motivo que le produzca placer.

Hasta el momento, sean o no obras de arte, el conjunto de piezas de colores estridentes que reproduce a los negros cortando caña, los mercados atiborrados de gente más que de productos, las negras gráciles o las reproducciones de geoglifos aborígenes está cobrando cada vez mayor atención y, de un modo u otro, los turistas las asumen como arte dominicano, cuando en verdad no dejan de ser reproducciones seriadas realizadas casi siempre por ciudadanos haitianos residentes en la República Dominicana.

Pocos prestan atención a este enemigo silente de nuestra cultura e identidad, pues en la medida en que estas producciones siendo más que obras de arte, artesanías, que pasan a ser vendidas a precios irrisorios en el mercado, en relación al precio que pudiera tener una obra de un artista local, poco a poco van calando en el interés foráneo ocupando el lugar de las obras de los artistas nacionales.

Alberto Bass denunciaba desde la década de 1980 que las autoridades debían tomar medidas para impedir que reproducciones de pinturas realizadas por haitianos fueran comercializadas como arte dominicano. Y no es que estuviera en contra de la artesanía o de la cultura haitiana, sino que entiende que todo esto atenta contra la identidad del pueblo.

Al consultar a varios exponentes de la plástica nacional, creadores como Aram Musset comentaron estar en desacuerdo con la falta de controles y de información hacia el turista de lo que es o no arte dominicano. Mientras que Clinton López explica que el problema que ve en las obras que se venden, es que los turistas que las adquieren entienden que son obras de artistas dominicanos, por lo que ahí radica el problema principal. Así que considera que debe haber una regulación para que estas obras se identifiquen como haitianas. Pues el asunto es más serio de lo que se piensa, ya que muchos artistas dominicanos por motivos económicos participan en la elaboración de este tipo de obras seriadas.

Leyes para proteger sector artístico

Sin embargo, hay que tener en cuenta, como bien comenta Fausto Brito, que estas producciones jamás representarán la tradición histórica, la cultura y la idiosincrasia del dominicano. En este sentido, Carlos Ramírez recomienda, al igual que Alberto Bass, que en el ordenamiento jurídico dominicano se voten leyes que protejan el sector artístico. De igual modo, el Ministerio de Cultura y de Turismo deberían promover actividades en favor de la promoción del arte nacional y tomar medidas para que las obras de los creadores locales puedan ser reconocidas en el mercado internacional.

En el caso de las tiendas para turistas, tal vez por su valor, las obras de los artistas dominicanos no encuentran mercado, pero sí se pueden comercializar reproducciones como los juegos de café que prepara Casa Cuesta o piezas en pequeños formatos con un valor asequible. Es momento de que las autoridades tomen cartas en el asunto y procuren dar seguimiento a la comercialización de piezas que más que obras de arte no son más que artesanía, pero que dada la masificación de la producción, no sólo atentan contra la identidad cultural, sino que también inciden en el posicionamiento del arte dominicano en lo relativo a su proyección internacional.

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