“Todos somos creativos y curiosos desde una temprana edad”

El arte de Andrés Ramírez Gaviria representa decididamente la vida en un mundo codificado.

El arte de Andrés Ramírez Gaviria representa decididamente la vida en un mundo codificado. Sus obras revelan y critican la alteridad del código, por el orden y el desorden percibido, con micro-controladores, materiales aeroespaciales y de alta tecnología, luces estroboscópicas, performances sonoras, videos picados y cortados, texto impreso e imágenes. Él abarca la investigación y el desarrollo de la cibernética y la informática desde mediados del siglo XX. Pero lo que lo hace novedoso y convincente es que la comunicación y la información son a menudo objeto formal de su trabajo, pero rara vez es el método. En cambio, su obra utiliza los múltiples procesos de transcripción y transmisión para exponer las ocultas, y ahora dominantes, vías de representación. Gaviria busca el código en los intersticios del lenguaje y el pensamiento, que se encuentran “entre las formas de representación e interpretación”.

¿Qué género sigue en sus muestras?
Miro hacia las historias del arte, la ciencia y la tecnología con el fin de elaborar propuestas que pueden o no cuestionar estos referentes -generalmente sacados del siglo veinte – en relación a temas que considero de importancia contemporánea. Un tema de continuo interés es la evolución de conceptos relacionados a la información, la comunicación y la traducción en el contexto de la tecnología digital. Desde hace un tiempo me ha interesado como la maleabilidad de este medio hace que la información, en sus cambiantes relaciones contextuales, reformule cada vez su forma y contenido. Las referencias históricas, por lo tanto, no las entiendo necesariamente como transposiciones objetivas, sino, más bien, como interpretaciones subjetivas, ya que funcionan como proyecciones idiosincrásicas de información, casi siempre de segunda mano, que están disponibles para ser interpretadas de nuevo.

¿A qué edad descubrió su inclinación por el arte?
Es difícil decirlo; dependería de cómo definimos ese término. Todos somos creativos y curiosos desde una temprana edad. Sí me acuerdo que más adelante el arte como vocación me pareció ser un espacio creativo donde explorar mis intereses estéticos e intelectuales con cierta flexibilidad, no siempre presente en otras profesiones.

¿Por qué exponer desde Viena en Santo Domingo?
Viví aquí varios años, así que tengo un vínculo personal que me ata a este país. También encuentro la historia y la arquitectura del MAM interesante y en algunos aspectos relevantes a mi propia obra. El estilo brutalista de la arquitectura parece a primera vista un tanto fuera de lugar con el contexto socio-cultural de la ciudad. Es, de hecho, importado, pero, al igual que se ha visto en otras ciudades no occidentales, ha sido sutilmente reapropiado, y a través de interacciones locales hecho algo diferente.

Muchos artistas se quejan de que lo usan de forma inadecuada. De que se aprovechan de su desgracia para comprar sus trabajos a bajos precios. ¿Cuál es su opinión?
Prefiero no contribuir a la idea del artista como sujeto sin agencia propia, sometido a intereses externos. Por supuesto, hay personas que buscan hacer dinero del arte… y hay una dinámica compleja entre los diferentes actores en el mercado. Sin embargo, sin ser ignorante de esta dinámica, no encuentro el tema terriblemente interesante.

¿Qué describe en sus obras?
Una cosa sobre mi trabajo es la relación con la traducción y la transparencia. Mucho de mi obra toma un concepto de un medio, quizás matemáticas, o código, o una película, y lo representa a través de otro medio. La cuestión es cuánto revelar, y cuánto dejar expuesto. “No existe una única forma de comunicar algo. Mira en mi obra “Untitled (Chess players)”. Impresión digital sobre placas de aluminio ofrece una serie de retratos de jugadores de ajedrez dentro de una cuadrícula de 64 cuadrados. Estos retratos tratan de configuraciones fracturadas con lo abstracto, ofreciendo de este modo un atisbo de atractivo a la abrumadora complejidad y, tal vez, incluso la potencial trampa de un acertijo engañosamente simple, y aun así irresoluble, que es el ajedrez. En Standard Measures, impresión digital en placas de aluminio, presento una imagen de este prototipo internacional del kilogramo y ciertas copias oficiales. Impresas en metal, las imágenes imitan y se someten a los mismos desequilibrios que los originales. “Doble”, recreo meticulosamente en un taller de metales para producir un objeto duplicado. El poder aquí no es el acto de seleccionar y enrarecer un objeto colocándolo en un contexto institucional al cual nos vemos atraídos, sino la creación de una realidad dual, paralela, a través del proceso de reproducción, que es el encuentro de dos facsímiles. “Untitled (Marbles), presenta 12 canicas hechas de meteoritos de condritas encontrados en el noroeste de África. Como en muchas de mis obras, la unión de dos objetos o ideas aparentemente incompatibles produce interesantes paralelos y nuevas asociaciones creativas que van mucho más allá de sus atributos individuales habituales.

Order Is Numbers (Storyboard, 2013, Video HD (blanco y negro, sonido). En su formato alterado, la obra presenta la reconstrucción de una narración de 84 minutos a partir de 19 imágenes tan imposible y, tal vez, efectivamente tan rebuscado como la búsqueda personal de Max Cohen de un orden diseñado en un caos.

Untitled (Monument), es una réplica tridimensional de una de las primeras formas dibujadas usando el revolucionario programa informático Sketchpad. “Beyond Black”, es una reflexión sobre la construcción de dos concepciones aparentemente opuestas, que nos recuerda que un objeto puede tener un efecto desproporcionado para su presencia física. Busca generar duda en el espectador, al tiempo que requiere aceptación y creencia.

Razonamiento
La forma como entendemos lo desconocido, lo ilegible, lo inexplicable, nos dice mucho acerca de cómo nos relacionamos con los demás”.

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