El PLD debe ser confiable

La confianza supone mucho esfuerzos lograrla, porque es cultivar credibilidad. Es laboriosa y duradera lograrla. Los profesionales de la conducta social consideran que “la pérdida de confianza es un agotamiento emocional”. A su vez, la Real Academia&

La confianza supone mucho esfuerzos lograrla, porque es cultivar credibilidad. Es laboriosa y duradera lograrla. Los profesionales de la conducta social consideran que “la pérdida de confianza es un agotamiento emocional”. A su vez, la Real Academia define confiar como: “Esperanza firme que se tiene de alguien o algo”.

En la actividad política la confianza se deriva de una conducta social que debe vencer debilidades internas en la organización de que se trate y saber responder a campañas mediáticas montadas para desfigurar la credibilidad. Se debe saber responder con prudencia, firmeza, transparencia, inteligencia y sobre todo oportuna y puntual.

En el debate mediático la población percibe los detalles diseminados como señales y recibe esos destellos para fijarse un nivel de credibilidad o desconfianza. Ganar esa confianza es la mayor riqueza que se pueda tener.

Engañar, traicionar e invocar que “en política todo se puede” produce pérdida de la confianza; crea “agotamiento emocional”. Se debilita cualquier planteamiento que pueda hacerse. Juan Bosch nos decía que en política los errores se pagan siempre y afectan la credibilidad.

En nuestro país se siembra la creencia de que tener dinero es políticamente exitoso. Sin embargo, la población asocia al dirigente político con dinero como una persona con poca credibilidad; se les acercan a ellos a cambio de ser gratificados. Su dinero marca su comportamiento, no el interés general del pueblo. Esos dirigentes con el dinero compra voluntades, no así liderazgos.

La campaña contra Leonel Fernández procuraba descalificarlo moralmente para desacreditarlo. Fue prudente e inteligente y supo esperar a que el pueblo se preguntara el porqué de esa campaña de descrédito. El pueblo comprendió que era para hacerle daño y cuando Leonel salió a las calles, a barrios y a provincias, el pueblo le manifestó solidaridad y desagravio.

Desde su origen el PLD cuidó de su imagen de credibilidad. En eso su líder fundador no perdía detalles. Éramos entonces un partido de cuadros (oficiales, como enfatizaba el maestro). A la vuelta de los tiempos y por la apertura mundial desde la terminación de la guerra fría, el PLD ha pasado a ser una formidable maquinaria electoral.

Sin embargo, esa transformación para ser una maquinaria electoral, arrastró grandes debilidades, que son las que ahora amenazan su existencia.

La debilidad más relevante y sensible es que pierde respeto, credibilidad y confianza en la población. Estas elecciones recién celebradas las ganó el PLD porque no había quien lo sustituyera. Ese triunfo no lo ha festejado la población ni el partido.

Se ganó con más del 60%, como nunca nadie lo había logrado en este país en el régimen democrático. En cambio, hay pesadumbre, y no porque el pueblo creyera que hubo fraude, sino porque sabe que no tuvo opción.

Los conflictos internos por los cargos de elección popular desde arriba hasta abajo, su falta de modernidad y su alejamiento al proyecto de nación fundacional, ha formado una imagen en el pueblo que deteriora su credibilidad.

El PLD se ve perder su sentido histórico y se va mostrando incapacitado para llenar un cometido de Estado.

Sus miembros y dirigentes debemos asumir un rol activo y entre todos, emulando a Cristo, echar a los fariseos del templo. Asumamos ese rol, no sólo por el partido mismo, sino por el futuro del país. l

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