Gritos y realidad

Todos los actores reconocen que en la República se necesita una ley de partidos que regule con mínima eficacia su desempeño interno y en sus relaciones con la sociedad.

Todos los actores reconocen que en la República se necesita una ley de partidos que regule con mínima eficacia su desempeño interno y en sus relaciones con la sociedad.Igual coincidencia existe sobre la necesidad de una ley electoral más restrictiva en el uso de los recursos públicos y privados, en el gobierno central y municipal y de los individuos particulares.

Una ley que prohíba las dádivas que devienen en compras de votos, que corrompen y envilecen a los electores. Una ley garante del derecho a ser elegido. Que no sea un exclusivo privilegio de quienes tienen y disponen de dinero propio o de fuentes extrañas o dudosas.

Todo eso es fundamental. Pero no está de más que los actores políticos también aprendan de la práctica social. Concretamente de las lecciones que dejan los procesos electorales.

Debe haber un espacio en el que los políticos reflexionen sobre la conducta y preferencias de los dominicanos.

Una agrupación que alega fraude o denuncia irregularidades, pero que apenas logra un 0.11% de los votos debe verse a sí misma. Debe en algún momento decirse: ¿Por qué? Cuando somos la más alta expresión de la dignidad nacional.

Organizaciones que se asumen de esa forma, como esa representación del decoro de la Nación, tienen que hacer un ejercicio analítico acerca de las causas que determinan que siendo lo mejor no reciban las respuestas esperadas.

No hemos olvidado que los factores “materiales y objetivos”, perversos, anotados al principio, siempre atentarán contra los propósitos más nobles. Pero nunca serán tan absolutos que impidan al pueblo descubrir a los mejores.

Esto sugiere que debe haber revisiones. Todo no puede ser culpa del inequitativo sistema político ni de las habilidades de sus manejadores.

Quizás cuando haya actitudes, inteligencia y especialmente un discurso capaz de conectar con las verdaderas esencias criollas, habrá menos motivo para los gritos de siempre.

Todo relacionado a una práctica generadora de empatía con la sociedad, que siempre habrá de escoger lo menos malo, o lo mejor. Porque lo peor sería culpar de todo al “noble y sufrido pueblo”.

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