Esta semana fuimos sorprendidos con una denuncia de la Unión Nacional de Transportistas y Afines (Unatrafin), en el sentido de que en los últimos quince días dos de sus autobuses afiliados han sido asaltados y los choferes de los mismos secuestrados. Le atribuyen la acción a una banda que envía los vehículos a Haití. La declaración de los transportistas tiene todos los detalles, incluida la placa del último minibús secuestrado.

Al mismo tiempo, vemos cómo siguen ocurriendo crímenes diversos, como el robo a una sucursal bancaria en Puerto Plata, sin que se tenga la idea sobre quiénes cometieron ese hecho, aunque las cámaras tomaron algunas imágenes que proyectan parcialmente rostros de los delincuentes.

Otros hechos violentos de los llamados “de la sociedad”, como asesinatos de mujeres, se producen sin que se vean diligencias efectivas para detener a los culpables. El caso más indignante es el de un individuo que capturó a su excompañera y la mató en una finca de Bonao. Pese a que los familiares de la víctima, Yerubi Ruiz López, revelan que el supuesto homicida les ha estado haciendo llamadas, no se explica cómo las autoridades no lo han ubicado.

Situaciones como esas son las que llevan a las personas a quejarse de la falta de acción policial. En medio de ese panorama, el jefe de la Policía, mayor general Nelson Peguero, recurre al recurso de pretender que la población se conforme con estadísticas. Se satisface con decir que la tasa de criminalidad anda por 15.3%, la más baja en los últimos quince años.

Pero eso no es lo que percibe la población que sufre la inseguridad. Las cifras podrán sugerir que han descendido las muertes violentas, pero no podemos conformarnos.

El crimen hay que atacarlo. Reducirlo a la más mínima expresión. Las cifras no hablan, no dicen nada, y en forma alguna pueden provocar autocomplacencia. Es acción lo que se requiere.

Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay y que es galardonado de los que le buscan. Hebreos 11:6.

Ninguno que tiene fe busca para no hallar, y ninguno que busca en Dios espera conseguir cosa menuda, por ello es de esperarse que todo lo que encontremos en Dios promoverá nuestro nivel de fe, nuestros recursos, nuestra gratitud hacia Él, y nuestros récords de vida serán significativamente aumentados, pues Dios siempre da más abundantemente de lo que pedimos o entendemos.

¡La oración de fe es eficaz, poderosa y acertada, es acción pura, retorna riquísimas bendiciones y deseos de seguir orando y dependiendo de Él, lo cual es creerle!

Tantas veces somos protagonistas de mundos paralelos al real, en los cuales realizamos nuestros planes porque no concebimos ser “Indiana Jones” en el mundo real, burlando la corrupción y la adversidad con osadía, derrotando los enemigos con destrezas extraordinarias y conquistando lo imposible con fe en sí mismos.

Y tal vez es cierto, pero más cierto es, que ambos roles nos quedan chicos ante el llamamiento de Jesús, quien nos entregó su “Poder” para intervenir en este mundo del mismo modo que Él lo hizo.  Poder para amar, transformar, disciplinar, bendecir, sanar, construir. Obvio, el director exige cumplir con el guión: su Palabra; ser más que diestros, ser santos, y renunciar al Oscar como mejor actor tan pronto como Él dice: “acción”.