La pesadilla socialista

En la clase de un reconocido economista, los alumnos insistían en las bondades del socialismo y su “feliz igualdad”. Entonces el profesor les propuso experimentarlo en carne propia: las notas se promediarían para que todos sacaran lo mismo.

En la clase de un reconocido economista, los alumnos insistían en las bondades del socialismo y su “feliz igualdad”. Entonces el profesor les propuso experimentarlo en carne propia: las notas se promediarían para que todos sacaran lo mismo.

En la primera prueba, la media fue de 70. Los mejores alumnos quedaron inconformes y los mediocres, felices. En la segunda, el promedio fue de 50. Y en la tercera, de 20. Al final, todos repitieron y ninguno estaba contento.

De esta manera se ilustraba la razón del fracaso socialista: los que no hacen se benefician de los que sí. El sistema castiga al que se esfuerza y tiene ideas productivas, y premia a los menos capaces.

Es por esto que en estos sistemas se oye con frecuencia decir: “No te esfuerces tanto. Trata de conseguir un empleo titularizado (donde no te pueden botar aunque lo hagas mal) y el Estado cubrirá tu vejez”.

Y es que la falta de incentivos empuja a todo el mundo a ser mediocre y conformarse con “algo seguro”. Por eso Winston Churchill decía que el socialismo igualaba a todos en la pobreza, cuando lo que debería ser es “todos cosechando según sus méritos”.

Los dirigentes socialistas dicen: “el bien del grupo es más importante que el bien individual”. Y como esto es “políticamente correcto”, se vota por ellos y se les da el permiso implícito de hacer y deshacer en nombre de la masa.

Como resultado de lo que implementan, las empresas quiebran, el desempleo aumenta (porque sin empresas no hay empleo), lo más básico escasea, y la clase media desaparece. Esto es particularmente así en Venezuela, que siendo un país rico en recursos naturales, está a punto de convertirse en uno de los países más pobres del planeta. Parece que el sueño bolivariano se les convirtió en pesadilla.

Los resultados son penosamente evidentes, pero aún así, y a pesar de la reciente derrota electoral de sus máximos exponentes, todavía hay quienes encuentran justificaciones y circunstancias atenuantes para el discurso bolivariano. Sin duda alguna, quien lo inventó fue un genio del mercadeo populista.

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