Ellos hablan

Regresaba de una actividad de niños, que durante ocho años llevo realizando con una iglesia cristiana en una comunidad muy pobre de Baní. Nos acompañó una pareja con sus tres niños. Esta familia, aunque no habían hecho presencia física, habían&#8

Regresaba de una actividad de niños, que durante ocho años llevo realizando con una iglesia cristiana en una comunidad muy pobre de Baní. Nos acompañó una pareja con sus tres niños. Esta familia, aunque no habían hecho presencia física, habían dado apoyo desde hace un par de años para el logro de llevar alegría a niños que cada año esperan su regalo de Reyes, acompañado de cánticos y alguna que otra golosina.

En el camino, la más pequeña, de 8 años de edad, entabla con nosotros una conversación tocando diferentes tópicos, en especial el tema del amor de Dios y de cómo debemos comportarnos los cristianos, y aparentemente jugando con el celular de su mamá, dice: “Mami, quítame del ballet, que no me interesa”, pero ésta hace caso omiso, y la niña continúa: “Me tienes en demasiadas cosas extracurriculares como danza, idiomas… y me estás robando todo el tiempo para estar en la casa”. La mamá insiste en justificar la razón por la cual son necesarias dichas actividades. “Mira mami, si me vas a poner, ponme en clase de costura, que me servirá para algo cuando sea grande, hasta para mi negocio de lo que tú sabes que me gusta. Porque, la mayoría de cosas son pérdida de tiempo”. Y, añadió: “Esto es si seguimos aquí, porque aún no haya venido Cristo.”

Narro esta conversación para que los padres que educan en estos tiempos, donde lo más importante es el conocimiento, en el cual se invierte la mayor parte del tiempo de sus niños, revisen y evalúen cómo están invirtiéndolo ellos. Es bueno que los hijos aprendan, pero cuidado si cuando llegan a casa están saturados y lo único que quieren es dormir. Ya no escuchan por estar cansados, no hablan e invierten el corto espacio que le queda del día en el uso de algún aparato electrónico. Esto es sin mencionar la invasión de las redes sociales que, en otro orden, envuelve a los padres, y no queda espacio para interactuar entre los miembros de una misma familia, desperdiciando aquello que sí es indispensable, y es la oportunidad de conversar, amar y apretar nexos que son los que verdaderamente se necesitan para el fortalecimiento y desarrollo de una personalidad sana, para ese futuro que tanto les preocupa a los padres de hoy. l

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