El consumo de bienes culturales y el acceso a esos bienes culturales son imprescindibles para fortalecer y desarrollar a las sociedades.De acuerdo a García Canclini (2004), el consumo es territorial y el acceso es transterritorial a través de los medios de comunicación y de las redes sociales que globalizan la posibilidad de acceder a una expresión cultural como una obra de arte.
Ciertamente hay una diferencia entre el consumir que implica el acto voluntario de adquirir el bien cultural: un libro, ir al cine, y el tener acceso a expresiones culturales que no tienen geografía asignada a través de la globalización.
En ambas acciones se requiere que haya la posibilidad de llegar al bien cultural, a partir de estrategias políticas de democratización de la cultura con programas educativos y sociales que difundan la identidad, la creación de bienes culturales y la recodificación de los mismos, vivificando los signos de un patrimonio que se hace vivo.
La desacralización de los museos por encriptar el conocimiento y la memoria de los pueblos, en las últimas décadas del siglo XX luego de cumplir un ciclo de misión social e interactiva, ha variado en el siglo XXI a partir de la globalización mediática, y se han convertido en un lugar privilegiado para poder difundir las características de la identidad de un grupo determinado.
En el Art. 6 de los Derechos Culturales (Declaración de Fridiburgo) señala que:… “toda persona, individual o colectivamente, tiene derecho, a lo largo de su existencia, a una educación y a una formación que, contribuyan al libre y pleno desarrollo de su identidad cultural…”
Lo que nos mueve a preguntar, ¿la educación dominicana está respetando el Derecho Cultural de los niños a conocer, valorar y estimar su identidad cultural?
